El
Cristo del porno
Cuando pienso en bigotes no pienso en Dalí, en
Nietzsche, Hitler, Chaplin, Groucho Marx, o Burt Reynolds. Ni siquiera en Tom
Selleck. Cuando se trata de bigotes, lo primero que se me viene a la cabeza es
Harry Reems, vestido con túnica de doctor, haciéndole un chequeo médico a Linda
Lovelace en Garganta profunda. Lejísimo
de ser un buen actor (aunque estaba dotado de una facilidad para la comedia
inusual en las filas del mundo del porno –donde lo cómico suele suceder de
manera involuntaria) en aquel poblado mostacho se concentraba el pulso y aire
de una época, el universo post hippie de los setenta (más hedonista y menos
idealista que el de la década anterior) y con la noticia de su muerte, un trozo
importante de ese mundo acaba de extinguirse. El actor llevaba más de veinte
años fuera del alcoholismo (luciendo un inusual rostro afeitado con el que
aparecería en el documental Inside Deep
Throat), pero los duros ochentas dejaron inevitables secuelas de salud que
terminaron por tomar cuerpo en un cáncer pancreático que se llevaría su vida el
pasado 19 de octubre.
Posiblemente haya actores más conocidos, pero Harry
Reems fue la primera estrella porno masculina, con la particularidad de, si
bien quedar por fuera del plano detalle de la famosa felación de Garganta profunda, tener el pene más
veces visto en la historia del cine. Estudiante de dentista, marine del
ejército, actor de teatro, instructor de scuba diving (sin haberse nunca puesto
un tanque de oxígeno en su espalda), sus comienzos ejemplifican el tono
azaroso, soñador y despreocupado del East Village, lugar en el que muchos buscavidas
sin talento intentaban dar sus primeros pasos hacia el estrellato, sitio en que
esa mezcla de entusiasmo y desilusión sería el más perfecto potrero del porno
en tanto industria.
Los comienzos de la escena porno neoyorquina (antes
de mudarse a Los Angeles, y donde su formato habitual eran los “Stag Films”,
películas generalmente mudas, de un solo rollo, en donde toda la acción se reducía
al acto sexual) estuvo marcada por unos pocos personajes polifuncionales como
Reems, Eric Edwards, o Jamie Gillis, un ejército silencioso de performers que
hacían lo que hacían un poco por dinero, pero mucho más por “amor al arte”, o como
forma de vida (de hecho, el primer ingente de actores del mundo pornográfico
estaba conformado por numerosas parejas swingers).
Eran los tiempos previos a la persecución del Senado
de Estados Unidos, previos a las grandes secuelas de la masiva distribución de
cocaína, y más que nada, previos a la fuerza devastadora del SIDA, en donde
todo el mundo hacía de todo un poco, siendo uno de los ejemplos más notorios el
de Jamie Gillis (más conocido por su rol en The
opening of Misty Beethoven, una de las mejores películas porno de todos los
tiempos), que en sus comienzos dividía sus días trabajando doce horas de
taxista, actuando de Pericles en obras de Shakespeare y filmando Stag films en
la noche.
La vida de Reems cambiaría con su actuación en Garganta Profunda, película en la que
comenzó trabajando como iluminador (a sólo veinte dólares el día –al parecer,
sólo para acercarse a Linda Lovelace), para terminar siendo el protagonista
masculino, papel por el que se le pagó ochocientos dólares, en una película
que, contra todas las expectativas, terminó recaudando tanto dinero que se
comenzó a pesarlo en vez de ser contado. La película llevó al estrellato a
Reems y Lovelace –especialmente por su particular destreza que da nombre al
film-, pero este salto a la esfera pública también los volvió centro de
investigaciones, en los que culminaron con el apresamiento del actor, siendo
acusado bajo los absurdos cargos de “distribución
de material obsceno”. Reems, secundado por el hábil abogado Alan Dershowitz
(quien no por nada fuera abogado de O.J. Simpson) , hizo de su juicio un suceso
nacional y pronto pasó de ser una figura de clase b juzgada a uno de los
grandes mártires de la libertad de expresión de la cinematografía
estadounidense (con el apoyo de actores como Jack Nicholson y Warren Beaty –dos
estrellas que no sorpresivamente gozaron de particulares contactos con diversas
actrices del incipiente mundo pornográfico de la época).
El triunfo legal de Reems marcó un nuevo precedente
en la historia de los Estados Unidos, pero fue una victoria pírrica para él,
porque en el proceso se volvió un notorio alcohólico, cada vez más recluido en
su casa, o apareciendo borracho en set –en muchas películas de aquella época su
actuar errático parece parte del personaje o los absurdos guiones, pero uno
pronto se da cuenta de que está auténticamente bajo los efectos del alcohol.
Este período oscuro de su vida (casi inmediato a su participación en Garganta profunda y The devil in Miss Jones) tomó su forma más terrorífica en Forced Entry, obra del malévolo director
Shaun Costello, más conocido por el film Water
Power, una película cuyo personaje principal es una mezcla entre el
protagonista de Taxi Driver y el verdadero caso del “Enema Bandit”, un tipo que
secuestraba personas y les hacía enemas contra su voluntad. En Forced Entry Reems –ya en su franco
proceso de alcoholismo- interpretaba a un veterano de Vietnam que entraba a la
casa de clientas de su garage y las violaba para después matarlas a sangre
fría. El film terminaba con una epifánica escena del protagonista volviéndose
loco y pegándose un tiro en la cabeza. Reems vio la película y dijo haberse
quedado tan consternado que por un momento pensó no volver a actuar jamás.
Los ochenta fueron años particularmente duros con
una extensa cantidad de miembros de la industria pornográfica, no sólo por el cocktail
de drogas, mafias y la paranoia del SIDA, sino por la popularidad del VHS, que trasladó
a las películas de las fastuosas salas de cine a la privacidad del hogar de los
espectadores (transición muy bien retratada en Boogie Nights, de Paul Thomas
Anderson). No muy diferente fue el caso de Reems, que se sumió al alcohol y
llegó a vivir en la calle durante un tiempo, hasta que inició un proceso de
desintoxicación y se acercó a la religión mormona, para luego casarse y vivir
sobrio el resto de su vida, trabajando como un agente de bienes raíces.
Reems, a diferencia de los actores canonizados y
eternificados en el mismo ámbito (como Ron Jeremy, quien recientemente sufriera
severos problemas de salud), los desaparecidos (el enigmático caso de Bambi
Woods, la actriz de Debbie does Dallas) y los que cayeron como soldados en el
camino (con Savannah y John Holmes como caso más notorio), fue un superviviente
que halló un camino propio y por fuera del que le dio la fama. En su historia
se escribe la parábola de toda una industria, pero indirectamente también la de la vida sexual de un montón de
personas.
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