jueves, 11 de agosto de 2011

José y Pilar (Miguel Gonçalves Mendes, 2010)


La mujer del elefante

Posiblemente, El viaje del elefante (Alfaguara, 2009) no sea una de las mejores novelas de Saramago, pero sí es una de las que tiende más puentes con los últimos años del escritor. Esto podría resultar extraño, considerando que, lejos de ser autobiográfica, la obra es una novela histórica que relata las peripecias del traslado de un elefante asiático a la corte de Maximiliano de Austria en el siglo XVI, que como es ya conocida la marca del escritor, sirve como excusa para hablar de temas más ontológicos. Sin embargo, esta noción de perpetuo viaje, tal como señala en un determinado momento el mismo Saramago (que dice que el elefante pasa toda su vida caminando hacia delante, sin parar, durmiendo sobre sus piernas, hasta que se muere y hacen de ellas paragüeros o elementos de lujo por el estilo), guarda íntimas relaciones con los últimos años del escritor, llevado a participar en una absurda cantidad de coloquios, vernissages, conciertos e inauguraciones. Casi podría decirse que aquella piel arrugada (con ese surco notorio que atraviesa su frente y parte de la cabeza), su memoria y sus ojos melancólicos son los de un elefante. El saber si es un elefante de circo o un elefante salvaje, viejo pero aún así insistente, es una pregunta que incomoda, al tiempo que es uno de los principales motores del film. Esta duda podría presentarse por la forma en que Pilar del Río, quien fue pareja del escritor desde 1986 hasta su muerte en el 2010, le lleva, no sólo la agenda, sino prácticamente su vida misma. Si hay algo de lo que cualquier duda queda despejada es del inmenso amor que existe entre las dos personas, así también como lo creativa y efectiva que se vuelve la dupla, con una feminista de inmenso empuje que mueve tierra y agua para que se reconozca la labor de su marido (así como también una militancia incesante en variadas causas humanitarias). Aún así, uno de los grandes aciertos del director (de quien se dice que llegó a filmar más de 240 horas, lo que señalaría un gigantesco acierto de la labor de edición y montaje a la hora de condensar tal babilónica cantidad de metraje en dos horas sin incongruencias ni puntos muertos) es poder captar un montón de tonos grises sobre la posición de los dos. Es en este punto que el gran personaje del film es Pilar, y no Saramago (que generalmente se presenta de una manera tierna y algo triste, pero sin muchas sombras), quien por momentos parece ser tanto artífice como solución a la mala salud del escritor. Da un poco de rechazo ver cómo por momentos José parecería no querer nada y ella lo saca de un evento para meterlo a otro, dinámica que coincide con la desmejoría física y eventual internación del novelista, la cual toma una parte importante del rodaje. Los eventos muchas veces son presentados desde un lente irónico o meramente absurdo, que por momentos recuerdan a la vida del alter ego de Woody Allen en Stardust Memories (film que a su vez le debía muchísimo a 8 y ½, de Fellini). En estas circunstancias, uno de los momentos más graciosos del film sucede en una reunión entre Saramago y García Bernal (con quien ensaya una obra de teatro), en el cual el actor le comenta que una de las preguntas que más detesta de la prensa es “¿Qué se siente estar en esta ciudad?”. No de manera inmediata, sino tiempo después, aparece el detalle de la conferencia de prensa y cómo García Bernal responde ante dicha pregunta de una manera cordial, obteniéndose un resultado cómico mucho mayor que el que se hubiera logrado si se hubiera optado por colocar la anécdota inmediatamente después –más propio del humor de archivo, en tiempos de TVR y Caiga quien caiga.

Más allá del temperamento andaluz y la férrea ética de trabajo (que lleva a Pilar a decir que ninguno de ellos dos tiene derecho a deprimirse y que está a favor de los psicofármacos para mantener a alguien en constante producción), nunca queda en duda que de no ser por aquella mujer, Saramago no estaría donde está. La obra es todo, pero justamente eso es lo que logra descentrar Miguel Gonçalvez Mendes. A fin de cuentas, más que un documental sobre la literatura –que de ella no tiene mucho, posiblemente siendo esto un acierto del director-, José y Pilar es una historia de amor, que brilla más que nada en los pequeños detalles, más que en los grandes discursos o eventos, en el por qué de bautizar a una mascota como “Pepe”, en una discusión de sobremesa sobre Hillary Clinton u Obama, o en el reproche de la mujer por la vez que al escritor se le ocurrió caminar por sí sólo hacia el pico de una montaña.

La película y el análisis de la relación de pareja admite múltiples puntos de vista, pero siempre es bueno ver un film donde no reduzca a la mujer del artista a un mero lugar de musa. Es una deuda que no sólo se presentaba ante Saramago, sino ante un montón de escritores y mujeres del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario