miércoles, 29 de febrero de 2012

Mordiendo el arcoíris

El increíble mundo de Adventure Time


“Pen, tu mente ha sido transportada en el tiempo… y a Marte!”. La frase ya parece bastante absurda de por sí, pero a eso le debemos agregar que el responsable de la misma es Abraham Lincoln, a quien Pen –quien más tarde sería rebautizado como Finn- encuentra luego de ser congelado por el Rey del hielo, un hombre más bien triste que se dedica cotidianamente a secuestrar princesas. Lincoln no aparece más, no tiene ninguna relevancia más allá de ese lapso de quince segundos, y en cierto punto revela –ya desde ese episodio piloto- la marca de fábrica de Adventure Time, una de las series animadas más interesantes y emocionantes que ha dado la televisión en los últimos años.

Un poco de historia

Pendleton Ward era prácticamente un aficionado, más vinculado al mundo de las historietas independientes, a quien se le dio una oportunidad de presentar un episodio piloto en el programa Random Cartoons, de Nickelodeon. Más allá de estar comprimidos en esos ocho minutos todo lo mejor y más característico de la serie, la posibilidad de hacer un programa semanal de aquel corto fue rechazado dos veces, lo que pareció en primera instancia cerrarle las puertas al creador norteamericano. Sin embargo, tal como se viene viendo en los últimos años, los medios virtuales se han convertido en un excelente barómetro para testeos de mercado y pronto Adventure Time devino viral en youtube, así como también en otros medios. Pendleton Ward no pasó demasiado tiempo en recibir la llamada de Cartoon Network, quienes en los últimos diez años fueron ocupando el lugar que una vez tuvo Nickelodeon, ahora más enfocado a un público más pequeño y con productos más marketineros y razonables. Como paréntesis a este último punto, cabe recordar que en un tiempo Nickelodeon fue hogar de series absurdísimas como la legendaria Ren & Stimpy –aunque atravesada por una guerra interna con su creador John Kricfalusi, quien se iría de la misma al año de salir al aire- La vida moderna de Rocco, Las aventuras de Pete y Pete, o Todo eso –una especie de Saturday Night Live para niños, en la que estaba Keanan Thompson, quien más tarde terminaría en dicho show-, programas que en cierto punto marcan las placas tectónicas sobre las que se construyó Adventure Time. Cartoon Network, por su parte, lanzó en el 2001 su filial Adult Swim, un canal de dibujos más pensado para los mayores que para los niños, responsables de una renovación e intertextualidad entre dibujos que no se veía desde mucho tiempo atrás –entre ellos los programas Misión Hill, Harvey Birdman, abogado y Acqua Teen Hunger Force –posiblemente la más libre y bizarra de todas, que incluye como protagonistas a una caja roja de papas fritas, una malteada y una albóndiga con ojos y boca.

Incluso, yéndonos un poco más atrás, podemos recordar a Liquid Television, show de animación de MTV, que incluía en su nómina proyectos que después devinieron en enormes franquicias como Beavis and Butt-Head, Aeon Flux y –la un poco más modesta- The head. Es decir, es difícil, remitiéndonos exclusivamente al nivel del absurdo, encontrar en la actualidad, una serie que realmente marque una diferencia, entonces ¿qué es lo tan interesante de Adventure Time?

Bestiario

La serie sucede en La tierra de Ooo, planeta, isla, o continente –las discusiones sobre esto en foros son bizantinas-, un mundo postapocalíptico y lleno de magia en donde Finn, un niño con gorro de conejo y hambre de aventura, comparte sus diferentes travesías con Jake, un perro capaz de adoptar un montón de formas y tamaños. La serie no sigue prácticamente ningún tipo de hilo conductor, sino que parecería regenerarse capítulo a capítulo, por más que hay personajes recurrentes, en algunos casos coprotagonistas (como el caso del Rey de hielo, la princesa Bubblegum, o la vampira adolescente Marceline). Más allá de que todos estos personajes son de por sí divertidísimos, uno de los puntos que hacen grande a Adventure Time es la inmensa fauna creada por Pendleton. En series gigantescas como Los simpsons, en cierto punto uno nota que los escenarios ocupados por masas –ya sea una reunión en el ayuntamiento, un linchamiento, o una feria de atracciones- siempre es habitado por más o menos los mismos personajes de siempre. En Adventure Time, parecería todo lo contrario, cada personaje de relleno, cada, por así decirlo “extra” que aparece en pantalla, tiene un elemento característico, completamente fascinante, que hace del show un bestiario inacabable de seres nunca antes vistos. Tenemos una cabeza flotante de lobo que actúa como una especie de deidad de las fiestas; el miedo de Finn, en la forma de un gas que sale de su ombligo; un príncipe hecho de nueces que sufre una adicción por una deficiencia de pudín en su cuerpo; un mago batracio que habla por medio de ocho larvas que no logran entonar todas al mismo tiempo, a través de una membrana gelatinosa inflada que aloja en su garganta. La lista sigue y sigue, y cada capítulo abre un poco más el abanico, siempre presentando un nuevo personaje o situación con una libertad asombrosa. Cuando a un director se le da la oportunidad de crear un mundo desde cero, casi siempre cae en versiones emperifolladas del nuestro, como el caso de la Pocahontas futurista que resultó ser Avatar, en donde a pesar de toda la plata gastada en animación, casi toda la fauna de aquel mundo parecía limitarse a meras mutaciones o agregados de nuestro mundo actual –en especial los dragones, los árboles, los perros y ni que hablar esa forma casi standard de besarse y mantener relaciones sexuales entre seres de especies completamente diferentes (algo que inteligentemente planteaban Los coneados (Steve Barron, 1993), donde el sexo para una familia alienígena consistía en algo extraño, completamente carente de todo tipo de atractivo para nosotros).

Olvidándonos de la moraleja

Retomando lo dicho anterior, el corazón de la serie está en esta libertad, en el dibujo por el dibujo en sí mismo, en una historia por el mero placer de ver a personajes envueltos en situaciones completamente inimaginadas. Este aire fresco se puede deber a dos cosas. Primero: es uno de los pocos shows que invirtió la relación escritores/dibujantes de storyboard, inclinando la balanza a favor de los segundos, lo que posibilita ese estilo más dinámico y florido, más centrado en la fascinación de la animación y los movimientos, que la trama específica. Segundo: una herencia de los juegos de rol estilo Dungeons and Dragons –influencia reconocida en entrevistas por el mismo creador-, que favorece ese mundo episódico, donde todo puede aparecer como por generación espontánea (tal como en un juego conducido por un dungeon master creativo e intrépido).

Una de las marcas del programa, siempre que la historia apunta a una moraleja final, la trama da un twist que anula todo el valor moral de la situación, como si nos hiciera entender que este programa no sirve para aprender nada, sino que está enfocado a destilar todo y quedarse sólo con lo que realmente vale la pena, es decir, las espadas, los unicornios y los ninjas de hielo (porque, a ser sinceros, ¿hay algo mejor que un ninja de hielo?). Ver Adventure Time, no sirve para recordar la infancia, más bien hace a uno pensar como un niño, cuando veíamos películas como Rambo sin entender realmente nada sobre guerra fría, afganos y soviéticos, o como cuando entrábamos a una iglesia y nos maravillaba la cantidad de sangre que corría por la frente de Cristo, desconcentrándonos del mensaje moral o religioso de tal sufrimiento.

Bracitos de goma

Adventure Time, incluso por encima de todos los programas mencionados anteriormente, retoma una herencia perdida en el tiempo, que es la de cine como espectáculo de feria, al que la gente asistía más por curiosidad que por los anhelos de toparse con un producto artístico realmente cultivador. La serie, no sólo en su ánimo, sino también en su estilo de animación, recuerda justamente a los dibujitos de Betty Boop y a gran parte de la animación de los veinte y los treinta, donde el movimiento estaba muy por encima del dibujo, algo que la Warner de los cincuenta, pero fundamentalmente Disney se encargó de ir revirtiendo, colocando la balanza a favor del dibujo, intentando mantener las proporciones, aumentando los detalles, pero a su vez volviendo a los personajes cada vez menos flexibles y convencionales. La animación de los noventa, y especialmente la del nuevo milenio, comenzó a recontemplar el estilo más sencillo y de mayor movimiento, pero prefiriendo una línea de trazos más duros y angulosos. Los brazos de Finn y Jake, por el contrario, son gomosos, se doblan y estiran en proporciones impensadas, y de cierto modo esto recapitula las figuras y diseños más redondeados de la era dorada de los dibujitos. Es, en ese sentido, un producto clásico y a la vez moderno, intercalando este estilo serpenteante con el uso de los primerísimos planos y grandes angulares estáticos que patentarían Ren & Stimpy (y que aprovecharía de manera muy efectiva Bob Esponja –quizás la versión más deliberadamente para todo público de aquel programa tan controvertido como célebre).

Esta diferencia se ve en el target de público, que también marca una frontera extremadamente porosa. Da de lleno en los espectadores infantes, que se fascinarían por la cantidad de personajes que aparecen en escena, así como también el público adulto, pero en este último caso siendo atractivo por su mismo encanto, y no por las montañas de referencias pop que suele aplicarse como fórmula infalible hoy en día –el caso de Shreck, o Muppets, la película (que, sin embargo, reflexiona y va más allá de meramente rejuntar las referencias). Viaje de ida y sin vuelta al mundo de la infancia, o la serie fundamental para niños con Síndrome de Déficit Atencional, Adventure Time acaba de terminar en Estados Unidos su tercera temporada y promete muchísmo más para los próximos años.

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