jueves, 14 de junio de 2012

Dormidos al volante- We believe in monsters (Independiente, 2011)



Primavera digital
Liderada por Francisco Risso, Dormidos al volante puede pensarse como uno de los diferentes brotes que emergieron del árbol caído de Astroboy, considerando que la formación incluye tres integrantes que fueron miembros activos de la banda, aspecto que inevitablemente traerá las acostumbradas y a menudo injustas comparaciones. Más allá de este carácter meramente nominal, a una primera escucha Dormidos al volante mantiene notoriamente la descendencia británica en su sonido, pero da un paso atrás en ese aspecto generacional que definió a la ola brit que golpeó las costas uruguayas en el despuntar del siglo XXI. A diferencia de las obvias (por momentos, excesivas) referencias a Oasis que se registraban en Astroboy, Dormidos al volante parece con un pie en los ochenta y otro en los noventa, con melodías que recuerdan a algunos de los baluartes más fiesteros y cálidos de Madchester (dígasele Happy Mondays o Teenage Funclub), al tiempo que se maneja con una superposición de texturas de sintes y programaciones que hace inevitable su comparación con New Order y una porción importante del tecnopop de la década anterior. Sin embargo –y de ahí la originalidad de la banda- Dormidos al volante logra superar la mera adición de referencias, y hace una versión, cuando no una relectura, interesante de estos dos linajes.
A diferencia de los arreglos más típicamente ochentosos, donde había una aproximación bastante limpia de cada una de las capas que se tendían sobre el tema (algo que habla no sólo de las bandas, sino también de los modos de producción de aquella época), Dormidos al volante parece mezclar los canales a un volumen altísimo, despreocupándose o abiertamente buscando una suerte de saturación, un muro de sonido en el que entran, como por agujeros de topo, un aluvión de guitarras y arreglos electrónicos. A su vez, algo curioso a notar es que esta misma relación en términos de producción y sonido tiende puentes con la voz de Francisco Risso, que siempre parece desfalleciente , al borde del desgarro. Sobre todo a partir de los noventa, este estilo vocalístico se volvió bastante extensivo al pop, pero en la electrónica de los ochenta –especialmente la inglesa- siempre preponderó un estilo frío, en algunos momentos robótico, de cantante que no se afloja la corbata, aún en momentos en donde se mantiene un tono melodramático, como el de Andy Bell, de Erasure (este estilo probablemente haya sido la herencia que sembró el estilo barítono  y fantasmal de Ian Curtis, continuada por New Order, o Depeche Mode y otros). Casi lo contrario a este estilo, parecería que cuanto más agrietada sea la voz de Risso, más rinde (quien escribe recuerda un toque de ellos en el que el cantante se disculpó ante el público por su afonía, siendo curiosamente una de sus mejores performances que haya registrado).
Todo esto quizás condice con un aire de explosión festiva, cuasi religiosa, que se hacía muy notoria en los shows de los Happy Mondays, especialmente en los grandes años del éxtasis y el “segundo verano del amor”. Lo mejor de Dormidos al volante está en esta línea masiva y profética, especialmente en las pequeñas joyas “Crisis after midnight” y “NYC”, tema que cierra el disco. En estas circunstancias, Risso y cia sacan particular rédito a los coros, a los versos repetidos una y otra vez, recurso que en la música uruguaya generalmente suele llevarse a cabo con resultados más bien poco interesantes, o francamente pomposos. Es un adjetivo harto usado y por demás impreciso, pero es extraño escuchar We believe in monsters con el cielo y el frío de este mes de junio, porque lo primero que viene a la cabeza cuando escucha temas como “Crisis after midnight” es justamente en la primavera, música para caminar con audífonos por el parque, de camiseta, una condición bastante peculiar que se podía notar en temas como “When you sleep”, de My bloody Valentine.
Curiosamente, se percibe en We believe in monsters un proyecto que fue cambiándose sobre la marcha. Por momentos parecería un trabajo con un peso originalmente más contundente de lo electrónico y lo experimental, que luego fue dejando cada vez más lugar a los arreglos guitarrísticos (léase esto como una lectura y no tanto una hipótesis detectivesca de cómo fueron los reales procesos de producción del disco). Se puede notar esto no sólo en la intro de “Last days”, sino en las canciones “Extraños en un tren” –más que una canción, un pasaje, que parece salida de alguno de los primeros discos de Stereo MCs- y en la canción “Dormidos al volante”, temas que en contraste con el resto del disco, parecen proyectos abortados, maquetas de lo que podría haber sido la banda. El tema “Dormidos al volante” desentona en particular con respecto al resto del disco, pareciendo a todo momento un experimento con demasiadas ideas para que cuaje, de esos temas feos, que uno no entiende si fueron hechos en joda o como parte de una idea que se nos escapa (algo similar a lo que ocurre con “La discusión”, tema de Buenos Muchachos perdido en el mítico, casi perfecto Dendritas contra el bicho feo).
Se podría decir que We believe in monsters cae un poco en la mitad, pero a uno le correspondería preguntarse si aquello no se debe por estar armado entre dos picos tan altos como las canciones que lo abren y cierran. En todo caso, lo más importante a rescatar es esa condición de Risso como predicador de una primavera que dura los treinta y cuatro minutos que dura en nuestros auriculares.


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