Conejos
de la galera
Desde la semana pasada circula por nuestras
carteleras la película La demora,
coproducción uruguaya, mexicana y francesa ganadora de dos importantes
galardones en el último Festival de Berlín, que lidia con el drama de una mujer
(Roxana Blanco en el papel de María), que en un paseo decide abandonar a su
padre en una plaza. Aprovechando la oportunidad de tener en nuestro país a
Laura Santullo, guionista del film (así como con el resto de las obras de su
esposo, el director Rodrigo Plá, los dos radicados en México), hablamos sobre
el film y el proceso de escritura y producción en general
Después
de La zona [2007] y Desierto adentro [2008] este es el
primer largometraje que Rodrigo Plá y vos hacen en Uruguay ¿Cómo fue la
decisión?
Hay varias cosas. Hay un antecedente antiguo de
haber hecho un trabajito acá, Rodrigo había hecho un cortometraje que se
llamaba El ojo en la nuca [2001], en
donde trabajaba Daniel Hendler y Gael García Bernal cuando todavía eran
chiquilines –también nosotros éramos más jóvenes-. También estuvo Arauco
[Hernández], Pablo Stoll, todos éramos muy jóvenes. Así que había un
antecedente en Uruguay y también estaba esa cosa de sentirnos uruguayos, un
poco de ambos lugares. La idea de filmar acá de alguna forma tiene que ver con
las ganas de hacerlo, pasar una temporada en Uruguay y hacerlo trabajando.
Además de eso, yo hice un cuento que se llama La espera, que desde que era cuento nosotros decíamos “tiene cara
de Montevideo”. Había algo en el cuento que lo sentíamos fácilmente como
ubicable en Uruguay. A la vez, era una historia intimista, de pocos personajes,
que involucraba un tipo de producción más acotada, con la cual creíamos posible
poder lidiar en Uruguay. Evidentemente en México existe un sistema más amplio
de producción en el que podés acceder. Acá no estábamos tan seguros, pero
creíamos que con una cosa más acotada, más chica, era más factible llevar
adelante el proyecto.
¿Estabas
familiarizada con la película La espera
[Aldo Garay, 2002]? Te lo pregunto porque, además del título original, su film
tiene muchísimas cosas en común…
En realidad La
espera la vimos acá. Nosotros ya teníamos este proyecto. Me gustó mucho La
espera, me pareció una muy linda película. No conozco el libro de
Henry Trujillo, que dicen que está muy bueno. Nosotros ya teníamos el guión y
todo lo demás, pero lo que surgió entonces era “¿qué hacemos con el título de
nuestra película?”… otra película que se trataba del mismo problema de la
vejez, una relación entre madre e hija que es similar… entonces decidimos darle
una vuelta y se transformó entonces en La
demora. También, de alguna forma se producía un cambio de acento o punto de
vista interesante: no es tanto él [el padre que es dejado en la calle] que
espera, sino ella, que se demora
¿La
elección de Montevideo como escenario no se debe también a que la vejez en
nuestro país tiene un lugar diferente al que ocupa en México?
México lo que tiene es que es un país mucho más
joven, en donde la pirámide demográfica ya te da otra pauta. Aún así, yo siento
que el tema que circula en la película nuestra, ese de “qué hacer con la
tercera edad” y ese proceso de los cuarentones que de golpe te ves en la
situación de que el rol comienza a cambiar, de que de golpe te ves en el lugar
de cuidador de tus padres –por suerte mis padres están muy sanos y muy bien-,
de alguna forma uno ve venir esa posibilidad… Yo creo que eso, específicamente,
es un problema que está en todos lados, en México también. De hecho, yo cuando
escribí el cuento, retomé una nota de diario que hablaba justamente del
maltrato a la tercera edad y daba cifras muy fuertes en términos de abandono en
hospitales y en la vía pública, y eran cifras que decías “no jodas”. A partir
de ahí la primera reacción es decir “¡Miserables!”, pero después me empecé a
preguntar quién es esa persona que llega a abandonar a un ser querido, cómo
llegás a esa situación. Fue así que me encontré a esta familia, a esta
protagonista e inventé esta situación.
Hay
un momento muy específico y contundente en que se percibe ese acercamiento a la
interioridad y razones del personaje, cuando Roxana Blanco dice “Disculpame, yo
no soy así”
Curiosamente esa frase a varias personas le queda
resonando. Yo hice todo un trabajo de diálogos, intenté pulirlos mucho, aunque
a la vez hubo todo un trabajo en rodaje. Siempre hay una previa con Rodrigo,
siempre, aunque yo escriba el guión hay un cambio de estafetas, si se quiere,
como que ahí hubo una versión en conjunta, que fue muy lindo porque pudimos
trabajar con las locaciones ya elegidas, con los actores improvisando. Nosotros
tuvimos la oportunidad de hacer un guión in
situ. Por ejemplo, cuando elegimos la casa, no tenía nada que ver con lo
que había imaginado en guión. Entonces reescribimos todo para que fuese
funcional al espacio real que se nos presentaba. Después, trabajando con los
actores, buscar diálogos que les fueran más cómodos. Fue interesante eso de
poder rehacer la última versión de guión con todo eso ya funcionando, con la
película existiendo.
Algo
muy interesante que noto en las tres películas que vos y Pla vienen haciendo es
que hay una sensación de claustrofobia que se da alrededor de la vida de los protagonistas.
En La zona se da lo del barrio como
micromundo cerrado, en Desierto adentro
aquel sucucho en el que se encierra al niño y en La demora la casa de la protagonista, en donde todo parece estar
aglutinado…
No lo había pensado, pero es verdad. De alguna
forma, tal vez creo que lo que circula ahí es que todo lo que se aprieta
demasiado, todo lo que se encierra, todo lo que se apretuja tarde o temprano
revienta. Cuando vos reprimís algo mucho, cuando vos lo encerrás, lo apretás,
lo aplastás, en algún punto va a explotar.
¿Como
se te fue dando ese paso de escritora a guionista?
Yo en realidad, al tiempo que empecé a escribir,
tenía unos cuentos y en esa época conozco a Rodrigo. Yo trabajé un poco en ese
corto, “El ojo en la nuca”, el ya lo venía haciendo, pero como yo tenía la
vivencia más de un Uruguay, yo había estado viviendo acá bastantes años y eso
retoma el tema del voto verde y el voto amarillo, y entonces empezamos a
charlar sobre varias cosas, a trabajar de forma incipiente. Yo siempre digo que
mi acercamiento al cine se da vía marital, porque en realidad yo me hago novia
de Rodrigo y después tomé talleres, pero mucho después. Incluso, Desierto adentro yo ya lo había escrito
con Rodrigo cuando empiezo a estudiar guión. Todo mi acercamiento original fue
con Rodrigo, que él me iba explicando. A mí se me ocurrían cosas, imágenes,
etc., pero no sabía cómo traducirlas a cine y lo fui aprendiendo escribiendo.
Realmente se fue dando todo más o menos al unísono. De hecho, yo creo que
también las cosas que escribo están llenas de imágenes. No hay una distancia muy
grande entre una cosa y otra.
Son
curiosos los casos donde se da un matrimonio, al menos profesional –en su caso
va más allá-, entre director y escritor, porque disuelve un poco la noción de
autoría que históricamente siempre se ha adjudicado, sin pensárselo mucho,
únicamente al director…
En México hay una discusión muy intensa en torno a
eso, que de alguna forma la destapa el escritor Guillermo Arriaga en su pelea
con González Iñárritu, que trabajaban muy bien juntos, pero su relación se fue
desgastando. Yo no conozco personalmente a Arriaga, conozco esa historia un poco
de oídas, pero de alguna forma tenía mucho que ver con esta idea de a quién le
pertenecen las películas. Yo lo he pensado mucho esto porque en México es como
una discusión muy fuerte. Yo aún así, más allá de lo que es el guión –y no
estoy restando o restándome mérito en absoluto, no tendría sentido- siento que
igualmente hay un punto que el director toma y transforma lo que tiene. Lo digo
porque vivo todo el proceso de cerca, hasta puedo tener la posibilidad de
opinar, un privilegio que la mayoría de los guionistas lamentablemente no
tienen. Yo voy viendo cómo la idea se va materializando en Rodrigo, cómo él va
tomando decisiones y va construyendo un mundo, que no es un mundo que es el del
guión, ni tampoco el del cuento, sino otra cosa. Es como curioso eso. Yo creo
que hay una impronta muy importante de los directores, pero también es huella
del director el dejarse tocar por el equipo, como que de alguna forma la obra
sea suya, pero que exista sostenida por los hombros de todos. Cómo uno va
tomando todas las decisiones sobre algo que tiene entre ceja y ceja que debe
ocurrir. Está tomando permanentemente decisiones, que es vincular muchos
cambios y vincular las ideas de muchas personas, como puede ser una sugerencia
de un actor, o algo que se le ocurre a un fotógrafo. Para mi entonces hay una
cosa muy fuerte del trabajo del director, de conejo sacado de la galera, una
capacidad de unificar un montón de lenguajes en virtud de algo imaginado que no
existe todavía.
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