domingo, 16 de enero de 2011

Yogurth- Yogurth (Independiente, 2010)

Descremado

En los últimos años parece haber resurgido en el mapa cultural de nuestro país diversos focos adeptos al melodrama. Tanto en la literatura como en la música Dani Umpi gustó revolver en un montón de referencias kitsch y melodramáticas provenientes de César Aira, Manuel Puig y diversas fuentes folletinescas (sólo cito las lindas referencias y me olvido conscientemente de Rafaela Carrá), al tiempo que Max Capote hizo más o menos lo mismo, sólo que suplantando el glitter drag y el electropop por un personaje más bien creado sobre una versión libre y oriunda de los últimos decadentes tiempos de Elvis. Pero los ejemplos no sólo se circunscriben a estas versiones más radicales y performáticas del asunto. También tenemos a Sonido Top, dándose el lujo de versionar (y de muy buena manera) a “Simplemente adiós”, de Los iracundos, al tiempo que algunas bandas brit prefirieron retomar, no sólo la estética y sonido de aquella época, sino también cierta condición naive de sus letras. Se podría entrar en disquisiciones sobre si estas citas son auténticas o si son tan sólo un guiño o golpe de efecto en una sociedad completamente obsesionada con atajarse detrás del entrecomillado, pero eso excede los límites de esta nota que, en definitiva, sólo pretende cubrir un disco.

Volviendo al tema del melodrama, tenemos este disco debut de Yogurth, que lleva el mismo nombre de la banda, y que parece una germinación perdida de algunas de las esporas que esparció por el aire la banda Cursi. Al igual que esta última, Yogurth tiene preferencia sobre el rock melódico, con cierto aire de balada y una dimensión medio invisible de glamour. Lo que las diferencia posiblemente sea la preferencia patente en la banda originaria de Colonia por un sonido más atado a lo retro –y más alejada de lo electrónico-, más específicamente al pop de los cincuenta y sesentas, por momentos tomando referencias al surf rock (el marcado ritmo de la batería y las guitarras con cierto dejo de slide de Un día feliz), el mod británico (Tarantino), pero también a la serenata mexicana, como se puede escuchar en las vocales de Cansado de esperar, o íntegramente en Mi querer (que, no muy sorpresivamente, cuenta con la participación del ya mencionado Max Capote).

El punto fuerte de la banda es el diálogo de guitarras que se mantiene a lo largo del disco, con cierta facilidad natural hacia el arpegio y las armonías (en este sentido se puede señalar como uno de los mejores aciertos Pequeña y Un día feliz, curiosamente las dos acompañadas por buenos coros playeros). La voz nasal de Alberto Crosta (uno de los vocalistas, reservándose a Diego Viera para los temas más cercanos al rock) por más que suene algo monótona (algo similar a lo que pasaba con Rodrigo Gómez Sordromo, por aquellas viejas épocas) se adapta bien al aire y melodía de los temas. En este sentido, podría decirse que los mayores aciertos de la banda ocurren cuando se circunscriben al terreno más pop. No corren con la misma suerte cuando se acercan más al rock, donde todo suena pasteurizado, demasiado conocido, por momentos, muy 2002 (si se me permite el término, en lo que refiere a esa camada de bandas indefinidas y seriadas que aparecieron tras la explosión del rock local). Justamente resulta una lástima que Yogurt haya optado como corte de difusión Yaquelin, una canción que, además de atenerse demasiado al manual de instrucciones es partida por un inexplicable corte con scratches que posiblemente hayan sido un exceso que se permitió Fran Nasser (líder de Cave Canem y productor del disco). Una lástima hasta desde el punto de vista comercial, porque muchos otros temas del álbum calzaban como anillo al dedo con el verano uruguayo.

Este aspecto lavado del disco tiene una correlación particular (por oposición) con la estética optada por la banda. Es bastante controvertido opinar sobre la imaginería de un grupo (más de uno indicará que eso no corresponde a la labor de alguien que debería remitirse exclusivamente a la música), pero esta idea de intensidad controlada guarda algo de relación con la fotografía que puede encontrarse en la web de la banda (www.yogurth.com, donde también se puede bajar gratuitamente el disco). En ella vemos a los integrantes vistos embadurnados por una sustancia lechosa que sin duda hace referencia al yogur. Ahora bien, habría que hacerse demasiado el boludo para no pensar que la foto, más que hablar de yogur recrea el archiconocido cumshot o bukkake (para los entendidos del porno, saben a qué me refiero). Tal recurso no está mal ni bien, pero estaría bueno que si se opta por esa postura estética atravesada por lo sexual la banda fuera musicalmente fiel a la misma. Y esto no es sólo frente a la foto de la banda, sino también al videoclip de Yaquelin, donde vemos a un hombre siendo sexualmente acosado –o no- por una mujer de ojos rojos. Siempre circula en Yogurth un aire de sensualidad latente, pero mucho más cercano a la novelería enamoradiza que al porno (soft o hard). Es la misma extrañeza que me ocurre cuando escucho a Closet!: sí, tenemos a Camila Sapin enfundada en latex, dos pibes casi en pelotas, un primer disco cuyo título hacía referencia a un consolador, pero sus canciones me parecen frías, ni siquiera histéricas. ¿Qué quieren probar?

En definitiva, más allá de estos últimos devaneos, Yogurth por momentos llega a buenos climas y tiene un puñado de temas redondos que no sólo son agradables, sino que podrían llegar a ser exitosos. Si hubieran dejado algunas canciones afuera, podrían constituir hasta un muy buen EP. Pero en definitiva, es un disco debut y es esperable que haya algo de nata sobre la leche.

Publicado en La diaria el 14 de enero de 2011

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