Tela de retazos
Manyas es una película que apareció con tan buen timing (al menos, en lo comercial) que hasta parece lógica. Si a la clasificación de Peñarol a la final de
El negocio era redondo, y hasta cierto punto extraño en lo que refiere al tiempo que demoró en salir algo similar a escena. Siendo el fútbol la más indiscutible pasión de un país como el nuestro (que tiene más efectos coagulantes en la población que cualquier consigna política, artística o humanística), es curiosa la escasa aparición que dicho deporte que ha tenido en la historia cinematográfica uruguaya. Sin contar los materiales de archivo (como la filmación del mundial del
Volviendo a lo dicho, el negocio era redondo, y la película, al poco tiempo de estrenarse le sobra las cifras para ser el film más visto en la historia de las producciones uruguayas. Sin embargo, la lógica espectatorial no debe tomarse en cuenta como si fuera la de cualquier película. Cabe mencionar que muy posiblemente, independiente de cualquiera de sus fallas y logros, una película como Manyas estaba destinada a ser exitosa por la misma lógica que la retrata: el film no es meramente un film, sino que es un acto de fé, donde rige una lógica de rito, una procesión a verla, más que sencilla apreciación artística. Por estas mismas razones se debería pensar si habría que juzgar la película con la misma lógica que cualquier otra del circuito comercial. Evaluar, no tanto si el film trasciende lo meramente ritualístico para acariciar otros elementos artísticos, sino si es posible evaluarlo como una obra separada de toda la maquinaria de fanatismo que la sostiene (esto se puede ver hasta en el cambio de las costumbres del público en las salas, donde se percibiría una nueva territorialización de las mismas como un espacio de tribuna, con gente gritando o haciendo comentarios en voz alta desde las butacas, comportamientos que serían inconcebibles en la mayoría de las otras proyecciones). No es un documental que intenta desenterrar una verdad objetiva. Tampoco es una ficción. Es Manyaxploitation.
Manyas comienza por una sucesión de cuadros fijos, en los que van desfilando un montón de hinchas, cada uno exponiendo su punto de vista sobre lo que para ellos significa ser de Peñarol. Enseguida, sea uno del equipo que sea –aunque es probable que la gran mayoría de los verdaderos hinchas de Nacional odien el film y todo lo que se relacione, tal como odian cualquier artefacto, animal o persona que esté coloreado de amarillo y negro- percibe cierta simpatía que emanan los personajes. El tipo que vendió la moto de la empresa donde trabajaba para ir a ver la final con Santos, el gordo que logró colar Rottweilers vestidos de Peñarol a la hinchada, el relator que se mide constantemente la presión mientras relata el partido, la señora que putea en la cancha como si fuera Violencia Rivas, el pibe que se pelea con la novia por la foto del Tony Pacheco en la mesita de luz… Hay una dimensión de su naturaleza como entrevistados en la que a uno no le queda otra más que creerles.
Quizás este sentimiento no sea igual con la película en sí. Sobre todo al comienzo, hay un montaje bastante tosco entre un entrevistado y otro, que podría pasar desapercibido si no fuera por otros videos de mayor factura audiovisual (generalmente burdos en sus intentos de ser “poéticos”, a no ser el detalle del diluvio de estrellas, tras la derrota contra Santos, que sí está muy bien rodado). Estos videos, que intentarían dar un mayor nivel al film, en su lógica más publicitaria terminan por hacer más notorios los cortes, volviendo a la obra en una masa bastante irregular. Parecería por momentos que no hubiese habido demasiado criterio, no tanto en el material a mostrar (que en cierto punto está articulado en base a segmentos, como los tatuajes, las casas peñarolenses, los hinchas en el exterior, o la bandera), sino en los filtros y los rumbos estéticos. Es así como, por ejemplo, en un momento, como salido de la nada, aparece un video de youtube que parece armado en powerpoint y que dura más de tres minutos, cortando notoriamente el ritmo del film. Viéndolo un poco más desde su esquema de producción, parecería una fiesta popular, en donde todos pueden entrar, y donde cada uno hace lo que quiere/puede.
La película no termina de desbarajustarse y, por más que cae en algunas falacias (como la de los dos hinchas de Peñarol que acusan a las barras de Nacional de vandalizar sus graffitis, cuando no perciben o no señalan la realidad de que sus mismos graffitis son, en sí, actos vandálicos –algo que en el fondo deben saber bien, considerando la elección de uno de los entrevistados de usar pasamontañas) y algunos sentimentalismos evidentes –y esperables-, nunca deja de ser efectiva en lo que realmente propone: la celebración de una pasión, mostrando algunos de sus máximos exponentes (y evidentemente obviando otros temas como los de la violencia, no sólo explícita, sino en los mismos cánticos). Incluso, se ha hablado de la censura de algunos entrevistados, como uno que prometió que si Peñarol campeonaba en
Evaluándolo de una manera estrictamente cinematográfica, Manyas es una película que en su irregularidad tiene algo de amateurista. En lo estrictamente emocional, justamente lo más amateurista (como las filmaciones con celular que un hincha metódicamente se dedica a hacer dentro de la tribuna) es curiosamente lo más efectivo del film. Y en lo comercial, un auténtico golazo. Ahora es tiempo de apostar cuánto tiempo va a pasar para que salga una película llamada Bolsos.
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