Mujeres al borde de un ataque de nervios
Luego de un 2011 muy magro tanto en cantidad como en calidad, el presente año se muestra fuerte en el variado arsenal de películas uruguayas que presenta, teniendo entre la plantilla de obras estrenadas y próximas a estrenarse films como La demora (película que a Rodrigo Plá lo hizo merecedor de dos premios en el último Festival de Berlín), Tres (nuevo y ambicioso proyecto de Pablo Stoll) y Flacas vacas, flamante comedia de Santiago Svirsky, a la que dedicaremos el espacio de esta nota.
Flacas vacas es un film atípico, no por el contenido en sí, sino por la forma en que se relaciona con el escenario cinematográfico nacional. En primera instancia, estamos hablando de una comedia, género que no necesariamente hace al film algo único, pero que encuentra una particular novedad en la forma en que es construido. Luego del éxito de 25 watts, el “humor uruguayo” –por ponerle un apresurado título- usualmente se sostuvo en el absurdo de la suspensión de la acción, con historias agridulces en las que la parsimonia o lo introvertido de sus protagonistas servía como contrapunto a los escenarios titilantes que se le desplegaban a su alrededor (no sólo hablamos de la factura de Control Z, sino también de obras como Norberto apenas tarde –Daniel Hendler, 2010- o la fallida Ruido –Marcelo Bertalmío, 2005), comedias –en el sentido amplio del término- que se caracterizaban por sus protagonistas pequeños y apocados).
A diferencia de la mayoría de estos films, Flacas vacas es comedia, pero comedia en su estado más desinhibido, sin zaguanes de por medio, con el pie bien incrustado en el acelerador, donde los papeles protagónicos –impecablemente distribuidos entre tres fuertes roles femeninos (algo también bastante atípico en el cine nacional)- se caracterizan por la verborragia y puesta en acto de un montón de explosiones que son al menos poco recurrentes en un estilo que supo tener como maestros a Jarmusch o los hermanos Kaurismaki. De forma paradójica, lo que hace novedosa a Flacas vacas es lo, por así decirlo, “convencional” de su humor, la forma en que perfectamente puede asimilarse al estilo comédico de cine industrial, sin salir perdiendo en ninguno de sus espacios. Tal como se planteó en la reciente entrevista que la diaria le hizo a Santiago Svirsky, uno de los pocos antecedentes que se le puede encontrar a un film como Flacas vacas es Joya (Gabriel Bossio, 2008), y aún en este segundo caso nos encontramos con un humor más sostenido en la improvisación, más radical en su velocidad, pero a la vez más circular en su temática.
Podría decirse que, en nuestro cine nacional, el humor siempre estuvo sostenido por sus silencios, o más que por sus silencios, por lo que no se dice. En Flacas vacas, en cambio, las risas ya vienen armadas desde el guión, sostenidas en algunas grandes taglines que buscan generar la risa inmediata en la sala (el “andate a escuchar Cabrera, resentida de mierda”, debe ser una de las frases más oportunas e hilarantes que haya dado nuestro cine), con personajes que gritan, patalean, putean y se dicen verdades en la misma medida que mienten.
En esta última cita se puede localizar otro de los puntos interesantes de Flacas vacas. Las tres protagonistas, Teresa (Verónica Perrota), Magdalena (Jenny Goldstein) y Olga (Paula Guía) atraviesan ese duro interregno en el que dejaron de ser pendejas, pero en el que todavía no pueden asumir el ser plenamente adultas –un espacio que se fue ensanchando en nuestra sociedad hasta límites insospechados en los últimos veinte años-. Las relaciones humanas ya no son tan fáciles como en la adolescencia o la más temprana juventud y, en este sentido, quizás venga a referencia el título de “Flacas vacas”, como ese árido período que da nombre al film. Es así que en cada vértice de este triángulo de amistad nos encontramos con un arquetipo de los clásicos dramas vinculares que catapulta esta inminente o temida adultez: la dificultad de establecer un corte en el caso de Teresa, la volubilidad de los compromisos en el caso de Magdalena y la dificultad de la seducción en el caso de Olga. Esta particularidad etaria se escenifica en las referencias culturales que se ponen en juego en el film, especialmente en la disputa Fernando Cabrera vs. Jorge Nasser, en la que se enroscan Teresa y Magdalena. Esto también es algo bastante curioso, en un contexto de películas donde usualmente se cita a músicos uruguayos, pero casi exclusivamente en el marco extradiegético del film (es decir, como soundtrack y no como tema a ser conversado y discutido). El cine uruguayo, salvo por El dirigible (donde justamente “lo uruguayo” es algo que está puesto en la camilla de disecciones) usualmente –y en especial en sus últimos años- ha tratado de borrar sus huellas referenciales más evidentes, algo que podría pensarse tanto desde un punto de vista sociológico (la relación de los artistas con su país –la referencia a
Todas estas peculiaridades que hacen de Flacas vacas un film al menos inusual, son posiblemente las que hayan tenido papel en el buen rendimiento de su primera semana de estreno, caracterizada por una muy buena afluencia del público. En un cine que todavía se está consolidando, es fácil caer en la trampa de lo “novedoso”, pero se puede brindar por el efectivo enfoque del humor de Flacas vacas, aún cuando se trata de una comedia agridulce, bastante lejana de cualquier optimismo sobre los vínculos humanos.
Me encantó esta película. Que actrices!!! Era más real y espontánea que la propia realidad.
ResponderEliminarEl tema puede herir la sensibilidad de algunos pero hay que tratar de verla despojados de toda hipocresía. Felicitaciones al director y al elenco.