Aduanas
Antes de escribir la nota me dispuse a
escuchar el disco una vez más, pero considerando que eran las nueve de la
mañana –y todavía no mandé a reparar mis audífonos-, sólo pude escucharlo a
unos pocos decibelios, desde los parlantes machacados de mi computadora. Al
segundo tema detengo el disco y me doy cuenta de que voy a tener que esperar
hasta las doce, cuando la mayoría de la gente esté despierta y pueda subir el
volumen hasta donde me plazca. Pocas bandas en Uruguay tienen una relación tan
simbiótica con el volumen como Cadáver Exquisito. Todos los amplificadores
parecen estar subidos al nivel once de Spinal Tap, como si fuera una
competencia por cuál de las guitarras suena más alta, tapando por completo las
voces. El baterista Manuel Souto no se queda atrás –si no es el mejor baterista
de rock de Uruguay, por lo menos es el más violento-, también sumándose a esa
especie de carrera armamentista fuera de pactos bilaterales o cenas diplomáticas.
Los pibes de Cadáver hacen música para que se escuche fuerte, pero no desde la
comodidad autística de los audífonos, sino desde parlantes asediando un cuarto herméticamente
cerrado. Subir los graves, seguir subiendo hasta que el agua del vaso empiece a
vibrar como con los pasos del tiranosaurio.
Puede localizarse en esta característica una
de las razones por la que Cadáver Exquisito es una banda que ha sido y es poco
apreciada en Montevideo –a diferencia de Argentina, específicamente en La
plata, donde suelen ir varias veces al año compartiendo escenario con bandas
como Milica, Gran Cuervo, u otras fichas del sello Caracol Rojo. En la recesión
rockera de los últimos años, cada vez hay menos lugares habilitados para llegar
a semejante nivel de sonido y más cantidad de vecinos dispuestos a denunciarlo.
Esta relación de amor/odio con Uruguay es posiblemente uno de los temas más
evidentes que atraviesan Diagonales –título en honor al ordenadísimo sistema
vial de La plata-, con una banda que no sólo encuentra sus principales
referencias musicales al otro lado del río, sino también la mayor parte de su
público y la mayor parte de sus referencias. En el tema Montevideo estampa Matías Rodríguez grita “Sabías, loco, es un
desierto/ Entrena suicidas, tu Montevideo/ Guirnaldas y pomos ajenos/ es el
carnaval, hacia el aeropuerto”; en Castorman,
Guillermo “Castor” Nigro canta “¡Montevideo!/ Una imagen de planos grises se
apodera de mi cabeza/ ahí está bostezando junto al río”. Analizar las letras de
Cadáver Exquisito es una actividad poco usual, considerando lo difícil que es recoger
palabras entre el granizo de distorsión, pero pronto se presenta como una
actividad muy útil para encontrar algunas de las curiosidades de la banda.
Quizás por tener un pie en Luis Alberto Spinetta y otro en Black Flag (entre
las piernas pasan otras bandas, como Pappo Blues, Pez y Color Humano) la banda
presenta una identidad extraña, por momentos inverosímil, que es la combinación
del riff ganchero y la excursión prog, el grito de tribuna y referencias a
Lacan (“ser mal actor en tanto, que el director es amo/ ser en verdad es
traicionar/ el sentido puede ser perforado/ hacer agujeros en tu ser
silenciado”, cantado por Manuel Souto, completando la terna de cantantes que se
van pasando el micro tema a tema). El matrimonio improbable y extraño encuentra
su máxima claridad en el único verso de Freedom
Fighter, “No pude atarme al mastil!”(referencia homérica o chiste interno),
cantado por una tribuna en el tema más al palo y volado del disco.
Santa Cruz puede considerarse en el terreno
local como una banda epigonal –quizás más cercana a los densos riffs del stoner
rock que los pibes de Cadáver-, pero en ellos las línea vocales –cuando las
hay- sirven para acompañar el viaje sónico, quizás para agregar un ligero toque
impresionista. En Diagonales las letras son parte integrante de la música, pero
la referencia a la alta cultura presenta la curiosidad de no hacer
cortocircuito con el tono despreocupado, viajero de muchos de sus temas. A las
varias leídas, uno se da cuenta de que, a fin y al cabo, Diagonales no es más
que una bitácora de viaje de las múltiples huidas de la banda hacia otros
rincones, primando –especialmente en las letras de Matías Rodríguez-, una
cierta herencia del estilo de Henry Miller sostenida en el gusto por la
enumeración y la ausencia de artículos. Porro, ácido, quedarse a dormir en lo
de amigos y más porro, todo está ahí, oculto en el disco como en el fondo falso
de un auto que intenta pasar por la aduana.
Los experimentos en la mayoría de los casos
dan resultado (salvo algún abuso del wah wah, algún interludio un poco más
largo de lo que debería en un tema, alguna sección vocal desafortunada).
Comparando con el disco anterior, las voces –el auténtico flagelo de la banda-
funcionan mejor, optando por gritar lo que no podían cantar. En su totalidad,
Diagonales es un disco de picos, de intentar encontrar cuál es el momento más
alto de la ola, de ver hasta cuánto tiempo uno puede aguantar sin respirar
sumergido en el río de distorsión.
La portada hace honor a la música que
encierra: un flujo, una marejada multiforme de dedos, bocas oídos y narices, un
cuerpo sin órganos deleuziano o una jeta percibida en un mal viaje de ácido,
como prefiera percibirlo y clasificarlo el escucha.
coincidimos en varias cosas! buena banda de rock.
ResponderEliminarLlueven Sapos (banda de rock)