viernes, 5 de noviembre de 2010

Norberto Apenas Tarde (Daniel Hendler, 2010)

Una forma de escapar

¿Como se filma un escape? El cine en sus más de cien años de existencia ha intentado darnos varias respuestas. Desde fugas a toda la velocidad por autopistas hasta peregrinajes existenciales, pasando por las drogas (duras o livianas), reencuentros y trampas, las historias de ciertos personajes con un pasado o un presente –a veces también un futuro- del cual escapar, se han escrito en kilométricos rollos de celuloide y, sin embargo, casi todas siempre coinciden en un punto: la fuga no está hecha para otra cosa para encontrarse con algo, generalmente uno mismo. Encontrarse a sí mismo en el plano más existencial o psicológico del personaje, o bien encontrarse, o mejor dicho, encontrarlo, nosotros, espectadores, en la historia en la que está inserto. En este sentido, parecería enfrentarnos a una verdad subyacente: los protagonistas no están escapando a secas, sino que están buscando otra cosa. Es en este último punto donde un film que comparte muchísimos elementos en común con la factura de varias producciones del cine nacional, encuentra un punto crucial de originalidad. El Norberto de Norberto apenas tarde (ópera prima de Daniel Hendler, posiblemente el actor más notorio que ha dado el cine uruguayo post-25 watts –lo que en algunos términos sería igual a decir El cine uruguayo propiamente dicho) escapa de algo, pero nunca sabemos realmente de qué, y lo más importante, por momentos parecería que escapara de todo y de nada a la vez, y que en dicha dejadez, o caminos y distracciones momentáneas, sus encuentros fueran sólo nimias trampas al solitario.

Norberto (Fernando Amaral) es un personaje, más que gris, opaco, una mancha que va alternando en diferentes circunstancias, nunca asumiendo completa responsabilidad, casi siempre tomando resoluciones vagas, o a medias, dándole más vueltas a la bola de nieve que se le viene encima. Lo han despedido del trabajo pero le dice a su pareja que renunció, le pide a sus amigos más cercanos préstamos que no va a poder pagar, se suma a la plantilla de una inmobiliaria en la que su falta de carisma le hace todo cuesta arriba. En todo este agujero negro de responsabilidades y abulia, descubre en una obra que asiste acompañado por su mujer y sus amigos, cierto interés por el teatro, no tardando en inscribirse en un taller de actuación dado por Roberto Suárez (actor con largo kilometraje en el teatro uruguayo, que se roba la pantalla cada vez que aparece). El punto esencial es que a muchos nos tentaría pensar que en ese encuentro con el teatro se produciría una metamorfosis a nivel vital en Norberto, pero nunca terminamos por saberlo de manera clara. Hendler no nos quiere dar ninguna respuesta, o es que Norberto ni siquiera se puede formular alguna pregunta. Ante personajes tan indecisos, la tradición cinematográfica suele actuar como un antiguo dios, castigando a dichos protagonistas por sus pecados de ignorancia. En este otro sentido es donde Norberto apenas tarde es un film peculiar: es un film sin tragedia, siendo lo más parecido a destino un mero apropiamiento de parte del personaje de cierto lugar que ocupa en la cadena de los hechos.

En muchos casos, el anclaje en un personaje tan timorato puede desembocar en una falta de rumbo que repercute al mismo film. En el caso de Norberto, si bien a más de alguno su rostro fofo y momificadamente aniñado resultará fatídico (para muchos, dolorosamente uruguayo), pero él, o sus razones, nunca llega a dejar de resultar intrigante (como sí pasa con el desnorteado pibe de la intrascendente La perrera –Manolo Nieto, 2006). Cuando mencionaba entre paréntesis lo de “dolorosamente uruguayo”, es otro ángulo que se abre para analizar la película en tanto producto marcado por una identidad nacional. El cine uruguayo al parecer, suele recrear en sus tramas a personajes perdidos, que deben superar inhibiciones propias para llegar a otro sitio (al que solemos acompañarlos nosotros). Federico Veiroj en una reciente entrevista realizada en este mismo medio había respondido a tal hipótesis con buen uso del sentido común: ¿superar inhibiciones para lograr un objetivo no es la historia del cine en general? Podríamos responder que sí, pero llama la atención cómo el cine uruguayo ha ido incipientemente construido de sus personajes arquetipos, desde el introvertido chico judío de Acné (F.Veiroj, 2008), hasta el forzudo, pero sensible guardia de seguridad de Gigante (A. Biniez, 2009), o la asustadiza y frágil mujer de Alma mater (A. Buela, 2004). Hay algunas excepciones, como Robert Moré haciendo del verborreico protagonista de Joya (G. Bossio, 2007) u Orsini, el representante atorrante de Mal día para pescar (pero, casualidad o no, Gary Piquer es escocés e interpreta en la película a un español). Lo que daría a pensar es que, más allá del reflejo de cierta imaginería que se le adjudica a nuestra nación, en cierto punto, estos personajes podrían ser puentes mediúmnicos de un cine que comienza a sortear sus inhibiciones para comenzar a ensayar discursos con voz propia.

Por momentos parecería que notas como éstas prescindieran de muchos otros aspectos que hacen a una película, como el técnico, o el narrativo, pero parecería que pensar sobre Norberto apenas tarde es pensar sobre Norberto en sí.

Para esto, un dato interesante que hace a lo que es el film quedó fuera de la reciente entrevista a Daniel Hendler, realizada por la diaria el viernes pasado. En la misma, el director contaba la curiosidad de la traducción de los títulos del film para diversos festivales. En inglés, la película se llama Norberto’s deadline (el plazo de Norberto), mientras que en francés (para el festival de Locarno, donde la película recibió numerosos elogios) recibe el nombre de algo así como “La decisión de Norberto”. Como detalle adicional, Hendler nos contaba que habían pensado como título alternativo en francés “Norberto déménage”, un término ambiguo que significa tanto “Norberto se muda” –en referencia a mudanzas y el servicio inmobiliario que adquiere protagonismo en el film- como “Norberto enloquece”. Tal polisemia, con cada uno de los títulos aportando una faceta o lectura sobre Norberto, sólo puede hablar sobre el carácter múltiple de una película engañosamente plana.

Publicado en La diaria el 22 de octubre de 2010

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