jueves, 22 de septiembre de 2011

Mux- La supersticiosa comparación entre lo que fuimos antes y lo que creemos que vamos a ser (Feel de agua, 2011)



1Up

El Glitch, en términos informáticos, suele referirse a imprevistos errores de programación que se ven en pequeños detalles que aparecen fugazmente, pero que no terminan de afectar por completo el funcionamiento del programa. Ejemplos de esto son comunes de percibir en el mundo de los videojuegos, donde algún movimiento o acción inesperada del jugador hace saltar algo completamente imprevisto en pantalla, como hacer que el personaje que uno controla se quede estático, o que alguna zona del escenario sea súbitamente invadida por un código, como una rajadura en el mundo de la Matrix. Tal explicación (bastante poco académica de parte de alguien que no tiene como uno de sus fuertes los conocimientos en informática) ha emigrado a un montón de otras circunstancias o aplicaciones, como puede ser un glitch aplicado a la vida cotidiana (generalmente referido a un error cometido por alguien que rápidamente lo disimula, sin afectar al posterior desarrollo de sus actos), así como también a la música, donde dicho término acabó bautizando a un subgénero mismo. El glitch suele incluir en collages ciertos sonidos en apariencia disonantes, que generalmente son productos de errores de grabación, tales como problemas de hardware, o intermitencias, que en su yuxtaposición y solapamiento terminan, de algún modo, acoplándose o parasitando la melodía de la canción. Es en este punto que entra la banda Mux, que tras debutar con su EP “Vacaciones” (Feel de agua, 2010), acaba de sacar su primer larga duración, que lleva el nombre de “La supersticiosa comparación entre lo que fuimos antes y lo que creemos que vamos a ser” (y que por razones prácticas, voy a llamarlo simplemente “el álbum de Mux”).

La primera y única vez que quien escribe esta nota vio a Mux fue en un hermoso toque en el Planetario Municipal, en el que la bóveda estrellada, junto al grupo de músicos desplegando por el suelo, entre marañas de cables, un montón de instrumentos y teclados rústicos, parecía la escena de unos astronautas abriendo el casco y arreglando los circuitos de un satélite espacial. Esta idea del cableado se acopla perfectamente a esta noción del glitch, y se continúa en el mismo arte del disco, donde en los créditos y agradecimientos aparece una sucesión de letras y símbolos que parecen un problema de compatibilidad o lectura del block de notas de Windows, pero que visto a la distancia termina por bordear la silueta de dos integrantes de la banda.

Es curioso cómo en la medida que se van estirando las metáforas informáticas, estas pueden hacer entender o explicar la música de la banda. El mismo nombre Mux, es la abreviatura de “multiplexor”, circuitos que dividen al medio de transmisión en múltiples canales, manteniendo una conexión simultánea entre varios de sus nodos. Curiosamente esta descripción se ajusta al sonido de la formación, en donde la música siempre parece construida sobre una ramificación sincopada de instrumentos que, más que adentrarse en la melodía, parecerían ir enviando sus señales, en base a pulsos casi fortuitos, más lejos de las sinapsis neuronales que de ciertos aleatorios cortocircuitos del sistema. Esta idea del glitch, del error momentáneo, está implícita en esta idea del sonido quebrado, de instrumentos que parecerían hacer falso contacto cuando se conectan a la fuente. El único instrumento que parece atravesar longitudinalmente los temas, como una forma de guía, es el bajo, que ya aparece densamente en El cuerpo, tema que abre el disco, una especie de dub rasposo y ensoñado que se retoma (con licencias heterodoxas) en Principio.

Una de las claves del sonido de la banda es el armado de las canciones entre la intermitencia de las pulsaciones y las texturas de algunos drones que sirve de tejido conjuntivo entre los espacios vacíos. Estas texturas son generalmente construidas en base a teclados, en donde predomina la estética de los sonidos 8-bit (esos que podían rastrearse en los videojuegos anteriores al Nintendo), los cuales se vuelven un verdadero enjambre en Los suburbios. Si sirviera remitirse a una banda de referencia, el disco nuevo de Mux por momentos recuerda a Autechre –aunque más analógico-, o quizás a una lectura más pop de la misma que hacía Thom Yorke en “The Eraser” (XL Recordings, 2006).

Las letras tienen una curiosa alternancia entre ciertas excursiones más existencialistas y expresiones de deseo radicalmente llanas y sencillas (“andar en bote o en canoa/ salir de esta ciudad enloquecida/ ruidosa/ extrañamos ir al monte/ ese río/ la mañana. Y ese aire”, en El monte). La convivencia de estos dos mundos a veces no resulta tan exitosa, pero tienen –como las pulsaciones antes mencionadas- momentos altos.

El álbum debut de Mux es fundamentalmente interesante por lo técnico, o por ser de los primeros que se zambulle en el universo de los 8-bit, o el casiotone analógico, sin remitirse a ellos como un mero recurso (recurso que bien esgrimían Carmen Sandiego –sobre todo cuando todavía eran un dúo-, y que llega al borde de un lenguaje en Fiesta Animal –o cualquier proyecto de la diáspora autoral de sus integrantes). Sin embargo, para ser un disco redondo, le faltaría cierta voluptuosidad o sensualidad extraña que sí se percibía en canciones como “Los viajes”, o “Cuando no somos tan distintos” (excelentes temas de su primer EP, Vacaciones). Esa curiosa virtud de la voz de Fabrizio Rossi, de poder conjugar sentimiento con tono monocorde aparece en el LP, pero sólo por momentos, como las señales entrecortadas de un satélite distante.

Aún mencionando esto, a Mux le sobran vidas para eventualmente darse vuelta al juego.

Disco descargable acá

Publicado en La diaria el 19 de setiembre de 2011

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