viernes, 30 de septiembre de 2011

Buceo Invisible- Disfraces para el frío (Bizarro, 2011)


Ventrículos

Hace unos cuantos años, en algunos colegios, entre el material literario que se impartía a los niños, circulaba un excelente cuento de la argentina Ema Wolf titulado “El señor Lanari”. Fiel a su nombre, el Señor Lanari era un personaje hecho íntegramente de lana, que tras enganchársele una hebra de su gorro en los dientes de su perro, comenzaba a destejerse a medida que se alejaba de su casa. “Camina que te camina. Teje que te desteje”, el Sr. Lanari a medida que cumplía con sus obligaciones iba perdiendo la cabeza, los brazos y el torso, sin percibir siquiera su progresiva desmaterialización. En el cuento, este aparente destino trágico era resuelto –para un público infantil más acostumbrado a los finales felices- por la abuela del señor Lanari, que al verlo reducido a sus meros pies lo tejía de nuevo, de abajo hacia arriba. Sin embargo, las lecturas que uno hace de grande de aquel cuento suelen no ser tan reconfortantes como las de aquel entonces. Haciendo foco en la interpretación, podría pensar en el señor Lanari y su aparente inconsciencia –no sólo la suya, sino la de todos lo que lo rodeaban- como un compromiso ciego con su rutina, como un metódico kamikaze cumpliendo su mandato final en cámara lenta. En el ovillo había suficiente lana para tejer teorías marxistas, psicoanalíticas, hasta poder remitirse a la cultura de masas del peronismo, pero la imagen de un hombre que se deshilacha sin saberlo es fuerte ya de por sí.

Todo este prolegómeno literario es para referirnos a la tapa de Disfraces para el frío, nuevo disco de Buceo Invisible, banda que no casualmente tiene hondas raíces en la literatura y las artes plásticas. En la portada del álbum, vemos dos piernas que al subir hacia el tronco se disuelven, como si el cuerpo fuera un diente de león que acaba de ser pulverizado al primer soplido. En la contraportada tenemos, casi por oposición, un hombre cuyas piernas sufrieron el mismo destino. Este particular arte –que cobra más importancia en una banda que suele incorporar en sus presentaciones en vivo mucho material audiovisual- parece hacer figura sobre una de las temáticas recurrentes del disco: la desintegración –y con ella, las denuncias a un sistema que oficia de médium y productor de la misma (Las cenizas del mundo, o Eso es todo)- y la necesidad de reencuentro con algo radicalmente perdido (Era su cumpleaños y Sólo viento). Este hombre dividido, un tronco sin piernas, unas piernas sin tronco, se encadenan frente a esta angustia radical, en donde la banda, más que bajar anclas en un nihilismo circular, tiende a abrir las ventanas y dejar entrar aire, generalmente proponiendo salidas o pedidos de ayuda, como en Mañana en los suburbios: “(…) y aunque el cielo parezca vacío/ y el invierno no de fruta nueva/ y esta noche sea inútil y oscura/ no corras más/ no huyas más/ todavía estamos acá/ no corras más”. Este socorro o pedido de ayuda cobra particular relevancia si tenemos en cuenta que el disco termina con un verso como “por favor, si me pierdo, venime a buscar”.

Viendo este contenido, nos hace pensar a Buceo Invisible algo así como un bicho raro dentro del rock local (aún así siendo una banda que está lejos de poder considerarse experimental). Además de las originalidades más referentes de la banda –la conformación de un extenso grupo multidisciplinario, la adaptación de sus shows a lugares inusuales (algo que se hizo más común en la escena actual, pero más por falta de boliches aptos, que por una búsqueda estética particular), cierta constante circulación en la periferia, más allá de sus catorce sólidos años de existencia- llama la atención un cierto espíritu humanista, casi por así decirlo “comprometido”, que no suele ser común entre un ambiente de bandas más introspectivas y autorreferenciales, cuando no oscuras o levemente hedonistas. Podría pensarse en este sentido a Buceo Invisible, junto alguna que otra banda como Rescate Merlín, como parte de una nueva trova, más existencial que política, más dulce que amarga.

En lo referente al sonido de la banda, se la ve como una maquinaria perfectamente aceitada (donde Diego Presa se muestra como un excelente arreglista) en la que se incorporan varios estilos y géneros (ya sea desde el spoken word más ominoso hasta tango, pasando por música con elementos celtas y breves pasajes funk) sin hacer visibles sus costuras en ningún momento del disco. Las melodías funcionan, incluso dentro de una misma canción, como círculos concéntricos, en los que suele predominar esta idea de una base que se repite y sobre la que se van introduciendo arreglos varios. La grabación y producción del disco también esta a la altura, con el ejemplo de Sólo viento, en donde las guitarras parecieran asemejar el sonido de ballenas, con la voz hundiéndose en el mar (esta idea de algo que se va sumergiendo, que escapa a nuestras manos –“lo que perdimos y guardamos/ so perfumes en el viento/ la música de tu mirada/ será para siempre en vuelo”). Si nos limitáramos a buscar alguna referencia, podríamos pensar en una versión más pastoral y operística de Wilco, quizás con un armado más notorio de las canciones en torno a las letras.

Detrás de las melodías apacibles y las canciones “con mensaje” (término burdo, si los hay), el disco peca, más que nada en las letras, de un romanticismo desfalleciente que termina por resultar auténticamente pomposo en los momentos en donde se le quita la cadena a la parte más poética de la banda (especialmente en los recitados de Marcos Barcellos en Las cenizas del mundo y Eso es todo). Podría decirse que Buceo Invisible tiene una particular debilidad por el uso de, lo que muchos poetas suelen llamar, “palabras grandes”, como “alma”, “amor”, “placidez”, etc. Lejos de plantear un escepticismo radical al contenido de determinadas palabras, las mismas nunca son necesariamente algo malo, pero en su acumulación parecen llevar al disco, por momentos, a un tono demasiado grandilocuente. Aún así, uno debe plantearse el tema de que en definitiva, estas palabras y estos gestos forman parte de lo mismo que hace a Buceo Invisible una banda peculiar, una formación que, entre tantos cantautores confesionales que hacen de la ironía y el entrecomillado su capa y espada, están dispuestos a mancharse con la misma sangre que bombea su corazón, ese corazón gigante, por momentos tan grande que no sólo no cabe en un ropero, sino en nuestro oídos.

Publicado en La diaria, el 30 de setiembre de 2011

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