El
último hombre
Sergio Rojas, Doctor en Literatura y Director de
Investigación de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile llegó a
nuestros territorios con motivo de presentar su libro El arte agotado y dar una serie de charlas académicas, entre las
que se incluyen una mesa de discusión en el Espacio de Arte Contemporáneo, este
viernes a las 19hs. Aprovechando su visita, tuvimos una larga charla en la cual
discutimos algunos de los puntos clave del acontecer artístico actual.
En
tu nuevo libro vos señalás que no vas a trabajar desde la historia del arte,
sino desde la idea del fin de la representación, criticando a su manera también
el fin de la subjetividad ¿como pensás esto con respecto a lo que plantea Danto
con respecto a que la historia del arte no puede ser contada desde la historia
de las estéticas?
Yo creo que el fin de las narrativas se puede
entender a través de la distinción que él hace entre uso y mención, señalando
que lo que hace el arte hoy, más que usar los recursos, es mencionarlos. Eso es
el fin de la narrativa. Igual, en el fin de la narrativa no quiere decir que la
narrativa se quede atrás y el arte sigua siendo otra cosa, el fin de la
narrativa es eso que ocurre allí donde el arte menciona a los recursos, esa
narrativa está allí. Tenemos minimalismo, objetualismo, en la literatura
tenemos a Beckett, pero lo que uno espera cuando ve a estos autores es una
historia. Sólo un espectador que espera ver algo puede ser desestabilizado por
una pintura que se reflexiona a sí misma. Ese espectador que ya está sobre aviso, que dice “ya sé que el
arte ya no significa, que no relata nada”, a ese espectador no le pasa nada, ya
no tiene ninguna relación.
Ahí
entramos en el cinismo en el arte…
Absolutamente. Es una figura con la cual tienen que
lidiar hoy día las artes contemporáneas, con este espectador, lector, auditor
cínico, que viene de vuelta, que ya ha sido iniciado en las prácticas del
nihilismo, del escepticismo… es la gran paradoja, porque eso es lo que el arte
quería producir, una dosis importante de escepticismo, y hoy el escepticismo está
instalado como sentido común. Entonces,
¿qué pasa hoy en día con el arte? Ese es el contexto del arte agotado.
El problema de las artes hoy día es que el espectador es excesivamente lúcido.
Este espectador hoy dice “sólo hay representaciones”, eso que el arte le quería
enseñar, que no estás frente a la realidad misma, sino frente a una
representación, hoy es sentido común. Entonces, ¿cuál sería el trabajo de las
artes? Recuperar la referencialidad de su lenguaje. Es decir, el artista que
dice “lo que yo quiero enseñar, lo que yo quiero mostrar es que sólo hay
representaciones” no tiene nada que hacer, porque eso el espectador ya lo sabe,
todo el mundo lo sabe. Eso es parte del cinismo. ¿Qué es lo que tendrían que
hacer las artes? Restituir la relación del lenguaje con algo. Ahí en donde una
de las posibilidades es el neobarroco a partir de la intensidad visual de la
escritura, incluso desde artes visuales, ahí donde el lenguaje genera una
visión, pero es una visión imposible. Es un arte o una literatura que genera
deseos de ver. No te entrego la visión, sino que administro la visualidad o la
audición de tal manera que genera un deseo de ver que no se cumple.
¿Sería
como desandar el camino del arte conceptual en ese punto?
Creo que no se puede desandar. Yo creo que esto
solamente es posible porque el arte conceptual llegó al límite de sus
posibilidades y se agotó. Ese es el lugar extraño que tiene Clement Greenberg, que
es el gran teórico del arte abstracto y, por otro lado, es el gran desmentido: cuando
el anuncia en los cincuenta que la pintura va a concentrarse cada vez más en sí
misma, el capítulo siguiente en esta gran historia es el arte pop, o sea el
cuadro que estalla, que se deja invadir por toda la realidad. Uno puede decir
que Greenberg fue desmentido, pero fue desmentido con honores. El arte pop, o
el neobarroco es algo que no podría existir, haber comenzado, sin que esa
historia previa se hubiese agotado. Por ejemplo, en la narrativa, Severo Sarduy,
el cubano, cuando en Cobra habla de un sujeto que se había tatuado en los
testículos la totalidad de los nombres de los agentes de la KGB repartidos en
el mundo, eso lo que está presentando es una imagen, pero una imagen imposible
de ver. Yo no me puedo imaginar eso, pero genera la expectativa de verlo.
No
creés que lo que hizo Warhol sería llevar el cinismo a un paroxismo absoluto?
Sí, en ese sentido está la tesis de Al Foster,
cuando dice “la gran obra de Warhol es Warhol”. Ante la crítica de Roland Barthes
cuando dice “el pop a diferencia de las otras vanguardias tiene cero grado
crítico, es un cómplice, es un colaborador con el mercado”, Foster dice “ojo,
tengamos cuidado con eso porque no es que Warhol haya estado seducido por el
mercado, el personaje que Warhol inventó es el seducido”. El mercado es una
realidad no humana, genera una escala de goce no humana. Nadie puede gozar todo
eso sin ser aniquilado como sujeto. Warhol inventa a un sujeto que es capaz de
gozar todo eso, pero no él, él está detrás manipulando esto. Warhol instala la
diferencia entre el artista y el sujeto empírico. El artista se fue con la obra
y quedó el sujeto empírico, que no sabe mucho qué decir, o que dice demasiado,
o cobra los derechos, pero ya nada tiene que ver con el autor. Un hito es
Sleep, el sujeto filmado durmiendo. Cuando le preguntan a Warhol cómo se le
ocurrió eso, él dice “se me ocurrió porque era muy fácil, sólo era cuestión de
poner la cámara en el lugar adecuado y hacerla funcionar”. Uno piensa que una
explicación tan idiota como esa no puede ser el fundamento de un hito en las
artes visuales contemporáneas, pero Warhol necesita inventar un sujeto que es
capaz de ese grado de cinismo. Pero eso es difícil de controlar en qué momento
el cinismo se convierte en una actitud de vida (lo que es un fracaso total) o el cinismo es
parte del sujeto que lo inventa.
¿Dónde
decís que se da ese quiebre?
La pregunta implica en qué momento, planteándolo en
términos hegelianos, empieza la falsa conciencia. En qué momento el sujeto
tiene que empezar a elaborar representaciones de lo real, no para representarse
lo real, sino para olvidar, reprimir ese coeficiente de negatividad que lo real
ya está operando. Yo creo que tiene que ver con momentos muy concretos. Por
ejemplo, en esa ficción de la historia universal, la Revolución Industrial. La Revolución
Industrial es un acontecimiento en el pensamiento precisamente porque ella no
es un pensamiento, no es una idea, no es un libro. Entonces todos los códigos
de interpretación existentes hasta ese momento quedan completamente out,
producto no de una nueva teoría, sino de algo que ha ocurrido. Otros sumarían a
esto las guerras mundiales y así sucesivamente. Son esos hitos que generan conflictos
inéditos, en tanto los códigos que rigen a la subjetividad quedan totalmente
desbordados, pero uno no puede deshacerse de los códigos como quien se cambia
de ropa. Los códigos siguen allí, pero uno sabe que ya no funcionan. Es como
seguir soñando, aún cuando ya te diste cuenta que estás un sueño. Es lo que
Nietzsche llama “el último hombre”.
Pero
eso está dado por una imposibilidad de simbolizar determinados acontecimientos
Sí, pero en ese mismo sentido, la naturaleza del
acontecimiento se diversifica. Para algunos el acontecimiento fundamental es la
caída del muro de Berlín. Es un acontecimiento simbólico, pero en realidad el
acontecimiento es la crisis de la economía de los países del Este. Tú no te
puedes hacer una representación de eso, pero sí puedes hacerte una
representación de la caída del muro de Berlín. Es como pensar que la Revolución
Francesa comienza con la toma de la Bastilla; eso es el cuerpo simbólico. Y ahí
viene la ilusión de las Torres Gemelas,
y al orden económico mundial se le superpone el orden policial. Incluso la
paradoja de que vivimos en un mundo globalizado, pero nunca fue más difícil
cruzar una frontera. Pero además están nuestras historias, las dictaduras,
nuestros golpes de Estado. A diferentes escalas de experiencia, constituyen
también ese acontecimiento. ¿Qué es lo que hace posible el arte contemporáneo
en mi territorio? El arte contemporáneo
en mi territorio está dado por la dictadura. No está dado por una puesta al día
respecto a la historia del arte que se estaba escribiendo en el norte o en
Europa. Eso ya estaba y llegaba, pero de pronto algo ocurre, que ya no es
posible trabajar de esa manera
¿Qué
es lo que cambia específicamente?
En Chile hay un período de representación muy
fuerte, donde la condición de existencia cotidiana, política, es la
representación. Eso es específicamente durante el gobierno popular de Allende.
Durante esos tres años todo es representación. Hoy día alguien podría decir
“sí, todo es representación”, pero cuando alguien hoy día dice “todo es
representación”, en realidad está diciendo “todo es sólo representación”. En
ese momento todo se jugaba en la representación, en los partidos políticos, en
las políticas culturales… Entonces la representación era un campo de batalla.
Viene el golpe militar y lo que pone en manifiesto (al menos desde mi lectura)
es que el orden de nuestra escala no estaba dada por el concepto de nación,
sino por la globalización del capital. Eso genera dos lecturas ¿Quién da el
golpe militar? La derecha, con el ejército como instrumento. Pero alguien
tomando un poco más de distancia se da cuenta de que quien da el golpe es el
capital transnacional. Entonces, de pronto todas estas representaciones
intensas, densas, en cosa de meses parecen parte de un pasado, la ficción se
rompió y apareció una realidad que ya no puede ser representable, porque todas
las representaciones quedaron con eso, porque nadie puede representar el
capital transnacional. Como dice Baudrillard, “¿qué es la IBM?” Nadie puede
explicarlo, representarlo
¿No
creés que el discurso del arte y la sociedad van a velocidades desfasadas?
Yo creo que ahí se dan dos cosas. Efectivamente hay
que hacerse cargo de esa percepción. El arte está en una especie de burbuja. La
burbuja tiene dos pilares: uno de los pilares es el mercado. Efectivamente el
mercado del arte es una burbuja dentro del mercado, porque es una burbuja que
resulta indemne a las grandes crisis. Cuando se avisora una crisis, lo mejor es
invertir en arte. Algo ocurre con esa burbuja, genera relaciones de consumo. Y
el otro pilar es justamente la crítica, una crítica muchas veces especializada,
sofisticada, con muchas referencias. Yo diría, en términos gruesos, para no ser
cínico, que eso es bueno. Bueno, a lo mejor eso es más cínico [risas]. Me
refiero a que esa crítica demasiado sofisticada genera a veces una distancia,
aleja al gran público del arte, y yo creo que eso es bueno. Las artes
contemporáneas son una realidad elitista, y yo creo que está bien que sea
elitista, porque la otra alternativa es el mercado.
En
nuestro país, por ejemplo, las políticas culturales actuales tienen como slogan
la “cultura para todos” ¿Cómo se relaciona eso con lo que planteás acá? Porque
también ahí se da un problema que es la educación del gusto y la educación en
artes. Una cultura para todos y una cultura inaccesible en entendimiento
básico.
Yo creo que es bueno que la gente sienta que hay
cosas que no entiende. Lo que es malo es que la gente piensa que hay cosas que
no son capaces de entender. Cuando alguien va a escuchar algo sobre arte
contemporáneo y lee el texto y no entiende, se enoja. Ahora, cuando esa misma
persona lee un texto de ciencias básicas no se enoja si no entiende. Dice
“bueno, me equivoqué, no soy el destinatario”. Pero de arte sí se enoja.
Entonces se maneja una noción del arte como algo que debiera de poder
entenderse y si no se entiende es porque hay una cosa impostada. La gente se
enoja de que no puede entender, como si entendiera todo excepto el arte.
Entonces lo que hace el arte es justamente devolver el entendimiento a su
estado de no entender, y eso es una gran cosa. Yo no entiendo nada de fútbol,
porque no me entusiasma, pero cuando escucho a amigos hablar de fútbol quedo
completamente fuera. Digo “bueno, eso es una conversación elitista”, pero si a
mí me gustara el fútbol no es algo inaccesible, pero hay que hacer un trabajo.
Ahora las políticas de gobierno van en el sentido de aumentar las audiencias,
etc. Yo creo que cada uno a lo suyo, uno no puede pedirle a un ministerio de
cultura como si fuera una universidad. Yo creo que el concepto de arte agotado
que yo propongo se refiere entre otras cosas a la obra. Una de las cosas que
está visiblemente agotada es la obra como soporte del trabajo del artista.
Durante mucho tiempo era cosa de sentido común que la voluntad de arte era la
voluntad de obra, la voluntad de hacer obras de arte. Yo creo que hoy día los
artistas hacen algo así como obras, pero eso genera textos, discusiones, y todo
esto es parte del arte hoy día. Ya no es solamente la figura del artista que
hace una obra y que depende del galerista (aunque se da esa realidad). Nunca
hubo tantas posibilidades para ser artista.
¿Y
con los asuntos de copyright e internet cómo ves la condición del artista en
este momento?
Yo creo que ese tipo de realidades vienen a
verificar la hipótesis que estamos discutiendo acá. ¿Cómo podría el artista
generar una representación cuando las representaciones están por todos lados?
El trabajo del fotógrafo cuando la fotografía está por todos lados, cuando no hay
donde dejar las fotografías ¿Qué significa hacer fotografía-arte en ese
contexto? No digo que no se puede hacer, lo que digo es que el artista que esté
trabajando en ese contexto tiene que plantearse esa pregunta ¿Qué significa
hacer narrativas hoy en día? Es la caída de los metarrelatos, pero no ha
existido como en este tiempo tanta gente escribiendo. Lo cual no significa que
todos sean artistas. Por lo tanto la tarea del artista se define no por hacer
algo, sino por reflexionar sobre ello. El año pasado asistía a una conferencia
de un curador de escenas de Louvre, en donde se exponían unos materiales muy
inquietantes del accionismo vienés, una cosa muy pesada. En la parte de las
preguntas, le pregunté al curador “¿cuál es la relación que tiene esto con el
mundo que estamos viviendo? porque es muy impactante, pero hoy día cualquier adolescente le dice a otro “¿supiste
del tipo que se tiró al tren?” y al rato dice “acá hay un video”. La realidad
pareciera superar mucho, aunque sea lo mismo, sólo que esto es real. ¿Cómo se
relacionan? ¿Lo parodia, es una ironía del arte? La reacción del entrevistado
fue la única posible, creo: no respondió la pregunta.
Pensás
que el agotamiento es una condición necesaria para que ocurra algo nuevo?
Pensarlo así es bastante Hegeliano…
A mí lo que me inquieta en realidad es lo que ese planteamiento
puede tener de heideggeriano. Si nos parece verosímil que estamos en un estado
de agotamiento, entonces uno se pregunta “y qué hacer?”. Si lo que está al cabo
de ese proceso es un nuevo inicio, queremos asistir a ese nuevo inicio,
entonces ¿Qué podemos hacer para colaborar? ¿Cómo colaborar con el agotamiento?
¿Podemos hacer que vaya más rápido? ¿Qué hay que hacer? Bueno, esa fue la
pregunta que hizo Heidegger, y su respuesta fue militar en el
nacionalsocialismo. Es por eso que las cosas no se pueden apurar. Becket
guardaba silencio, no porque no dijera lo que tenía que decir. Beckett, como
dice Cronin, guardaba silencio cuando no tenía nada que decir. Uno dice “eso es
obvio”, pero no es tan obvio, porque el 99% de la gente no lo hace. Las dos grandes
figuras del siglo XX, para unos de tradición analítica es Wittgenstein y para
otros es Heidegger. Para mí es Heidegger, y eso es lo inquietante. Que la
cumbre del pensamiento del siglo XX sea un nazi eso es inquietante, porque no
es accidental. Pero es inquietud, esa idea de “esto se está agotando, qué se
puede hacer? ¿Cómo transformamos esto en un saber que oriente mis conductas?”
Una vez en una discusión sobre esto un colega dijo “bueno, como todos sabemos,
el sujeto ha muerto”. Yo dije “bueno, sí todo el mundo lo sabe, todo el mundo
que está en esta sala, pero afuera el sujeto goza de buena salud. La diferencia
sujeto-objeto, todo aquello que damos por muerto, la realidad funciona con
estas categorías. El tema es lo que significa realizar las ideas: si Breton
hubiese querido realizar sus ideas, hubiese sido un fascista. Lo ponemos en las
antípodas del fascismo porque no intentó realizarlas. Sus diferencias con el
fascismo no están tan desde el punto de vista del contenido, sino en el hecho
de que no las pretendió realizar. Si cualquier artista, Kandinsky, lo que fuera,
hubiese querido transformar su ideología estética en política, el resultado es
fascismo. Las ideas están para inquietar, no para realizarse. Pero de pronto
hay alguien que las realiza.
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