Los
zuecos
Desde hace una semana permanece en cartel la
película El almanaque, documental que explora la vida de Jorge Tiscornia y un
particularísimo método propio de mantener nota de todo lo que sucedía día a día
en el Penal de Libertad, durante sus doce años de encarcelamiento en la
dictadura. Aprovechamos la oportunidad de hablar con José Pedro Charlo, quien
no sólo es director del film, sino que también compartió algunas de las
experiencias de su retratado.
Cuando
empieza El almanaque vos hablás de un
sonido que escuchabas en el Penal de Libertad, pero que no supiste de dónde
provenía hasta que conociste la historia de Tiscornia, ¿Te referías a la
confección de los zuecos?
El sonido era el del andar de los zuecos, que a mí
me pegó mucho porque me tocó una zona de la memoria que salió para arriba,
después de veinte años. Ese sonido yo lo tenía registrado pero no me hubiera
acordado de él si la anécdota no hubiese estado escrita. Un día leo ese libro
que se llama Vivir en libertad, de
Jorge [Tiscornia] y [Walter] Phillips-Treby y está ese artículo que se hablaba
de los zuecos. Eso fue como el detonante, lo que me hizo empezar la historia.
Más allá de los almanaques, fue el tema que me tocara ese registro sonoro que
tenía tapado. Fue volver a ponerme en contacto con aquel recuerdo que por
alguna razón había olvidado lo que me llevó a tratar de comunicarme con Jorge y
empezar el documental.
Cuando
vieron los planos del Penal de Libertad en el documental, ¿a qué distancia
estaba tu celda de la de Tiscornia?
Yo siempre estuve en distintos pisos. Había una
separación, como diez penales, uno por piso y cada uno estaba a la vez
dividido. Yo siempre estuve en distintos pisos de él.
¿Cuánto
tiempo duró el rodaje?
Estuvimos cerca de tres años. Fue un proceso duro.
Tuvimos una filmación inicial en el penal en el 2007, aprovechando que en ese
momento estaba cerrado porque había unas reformas. Me parecía importante
registrar sobre todo tomas subjetivas, reencontrarnos con ese espacio. Teníamos
que aprovechar el momento. Nos encontramos un penal vacío, pero nos encontramos
con los módulos donde tenían que quedarse los presos, que era bastante terrible.
Después, la filmación, el grueso del documental, fue entre 2009 y 2010.
En
El círculo también llevan a Henry
Engler a uno de los lugares donde había sido encerrado
Lo que pasa es que ahí hay situaciones donde la
evocación es una herramienta posible, pero hay momentos que hay que ver algunas
cosas para componerse una situación. En este caso, me parecía importante
recomponer ese espacio físico. Es el espacio subyacente de todo lo que versa la
película. En el caso de El círculo
tiene que ver con la estructura misma de la película, que está planteada como
un viaje. De retorno, de afectos, de un montón de cosas que tiene un lugar importante
para la vida de Engler.
El
tema de la memoria no sólo es fundamental en tu obra en tanto que el documental
funciona como una forma de preservarla, sino el tema de la memoria en sí, como
tema específico
A mí la memoria es un tema que me encanta porque
permite trabajar en una faceta de lo humano que es inagotable y que siempre
está deparando cosas nuevas. Es lo que permite tener puentes de diálogo con
otra gente. A mí me interesó profundizar en estos últimos dos documentales con
una línea de encarar el tema de la memoria desde dos experiencias concretas
distintas, pero de cierta forma ya venía trabajando con la memoria histórica en
relación a los movimientos sociales, que siempre me interesaron mucho. Incluso,
apartándonos un poco más de lo específico de Engler, cuando se visita el pozo
del cuartel de Durazno en El círculo, a nosotros nos interesaba ahí también
mostrar algo que también formaba parte del imaginario, pero sin haber sido
visto nunca: el tema de los aljibes, donde se decía que mucha gente había
estado presa, pero nunca se había mostrado.
¿No
creés que hay algo del marco de lo irrepresentable, de que por más que se lo
muestres a la gente aún así no va a poder crearse una imagen de lo que allá
sucedió?
Totalmente, sí. Incluso me pasa ahora con El almanaque, que si bien a mí me parece
que la propuesta de la película es un trabajo de algo muy sencillo (registros
mínimos, guardados de tanto tiempo y la voluntad del hombre de dejar marcas
sobre lo que le ha pasado), a mí me parece, me sigue pareciendo algo muy
difícil de comprender. La propia situación represiva se hace más que evidente
en ese detalle de la vida de Jorge, de que el único medio de una persona para
retener sus recuerdos personales sea escondiéndolos, manteniéndolos ocultos.
En
lo personal, ¿a vos te parece que lo que hacés con tus films es un intento de
recuperar esos recuerdos, una forma en clave a posteriori de lo que hizo Tiscornia?
Tiene algo, no tanto de recuperar los recuerdos,
sino de jugar con las búsquedas en la memoria y ver qué es lo que eso impacta
en otros. Está asociado con lo que hizo Jorge, porque tanto lo suyo como lo de
la película retoma el tema del registro mínimo. La película está trabajada como
un tema mínimo, entonces ahí hay una coherencia de las dos cosas. Pero a mí lo
que me interesa no es tanto construir la telaraña que se puede elaborar
trabajosamente a partir de esos almanaques, sino ver los impactos que esas
referencias tienen, y los diálogos que plantean al espectador. La película está
contada siguiendo algunas líneas de desarrollo, pero en la pantalla se van
viendo otras referencias que no están trabajadas en otra línea de narración.
Entonces me sucede que la gente me habla de cosas que no están y les hace jugar
la cabeza en ese sentido. Me pasó que en la ciudad de Libertad presentamos la
película. La inquietud que yo tenía era ver qué pasaba ahí, qué recuerdos
existían en la ciudad que estaba pegada al penal. Y ahí me pareció un diálogo
muy interesante
Algo
que se nota tanto en El círculo, como
en El almanaque es que si bien se
retrata un período oscurísimo para la vida de sus protagonistas, siempre parecen
estar parado ssobre lo que pudieron hacer para aprovechar, o sobrellevar esa
situación.
Bueno, eso es como la actitud que tengo yo. Me
parece que se trata de aprender, de vivir la experiencia humana para que te
alimente y te sirva para tu comportamiento hacia adelante. Esa cosa de
profundizar en la condición humana me parece que tiene ese valor que no es
buscado explícitamente como un modelo para nadie, pero me parece que ante la
actitud más terrible, o ante la peor situación, siempre hay algo que se puede
hacer.
De
tu época en el penal ¿qué podés decir que pudiste rescatar?
Y yo en esa época la verdad es que me dediqué
mucho a estudiar. Estudié mucho historia, leí mucho literatura… no me volqué,
como mucha gente lo hizo, a las cosas manuales, ni a lo literario. Lo que hice
fue, con bastante orden, leer. De miles de horas dedicadas a la lectura, algo
en la cabeza queda.
Cambiando
un poco de tema, para vos que estás en el mundo audiovisual desde hace más de
veinte años, cómo ves el terreno cinematográfico uruguayo de hoy en día?
Creo que el crecimiento que ha tenido el cine
uruguayo es muy importante. A mí, particularmente me interesa que se vincule
más con algunas áreas que son escasamente abordadas por la cinematografía. Por
ejemplo, todo el tema de la problemática social está abordado de una forma muy
limitada. Y creo que es muy difícil que se pueda continuar profundizando en ese
crecimiento si no se logra una interacción mucho mayor con la televisión y la
enseñanza en general. Ahí hay algunos cuellos de botellas que deben ser
resueltos. Los realizadores deben tener una actividad práctica muy sostenida,
poder realizar otro tipo de proyectos, no sólo largometrajes que le llevan tres
o cuatro años, sino seguir haciendo ficción o documental con mucho más
continuidad. Esperemos que se abran caminos con la televisión digital. Con
respecto a la enseñanza, debe haber un casamiento, una relación mucho mayor
entre el cine y la actividad educativa. Es necesario crear público desde la
misma enseñanza.
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