jueves, 4 de octubre de 2012

Las malas intenciones (Rosario García-Montero, 2011)



Retrato de una derrota

En un momento de Las malas intenciones (película dirigida por Rosario García Montero, seleccionada por Perú para representarlos en las precandidaturas a los Oscars), la niña Cayetana, durante un largo viaje en auto a la costa de Lima, apresa una mosca en un diminuto vaso, reteniéndola hasta que salen del auto. Ni bien pisa tierra, la suelta y le dice “puedes escaparte, ahora estás sola y no encontrarás a tu familia”. En esta tónica de pequeñas maldades bordeando lo existencial transcurre la vida de Cayetana, la hija de una familia perteneciente a la alta burguesía peruana, que en los álgidos ochenta vive a fuego cruzado entre las oscuras amenazas del Sendero Luminoso (ambientada específicamente en el 83’ año conocido por las masacres de Uchuraccay) y la certeza del nacimiento de un nuevo hermano. A diferencia de la linda sorpresa que se imaginaban su madre y su padrastro, en el preciso momento que Cayetana recibe la noticia, decide –o más bien, sabe- que ella morirá el preciso día del alumbramiento (proyectado para el 2 de mayo). La película, de esta forma, traza un arco imaginario entre esta noticia y esa marca de llegada, en el que la niña pasa sus días con el peso de una maldición sobre sus hombros.

En esta clave, la película recuerda bastante a El encanto del erizo (Mona Achache, 2009), donde también contaba con el protagónico de una niña de clase acomodada que agenda su muerte en un día determinado. Las dos también son portavoces de pequeños cortocircuitos inter-clase, las dos leen a su manera aspectos y situaciones que circulan a su alrededor. El punto de divergencia, sin embargo, es que a diferencia de la excesiva –y muy a menudo infumable- lucidez de la niña de El encanto del erizo, Cayetana es un prisma en donde se interpreta de manera muy diferente y, por qué no, frágil y deformada lo que ocurre a su alrededor. Si con El encanto del erizo la niña era un microscopio de los usos sociales de su micromundo burgués, Cayetana es el reflejo cóncavo de una cuchara, estirando y dando vuelta todo lo que ve.

A pesar de su insistencia en pensar en voz alta –ciertamente, en algunas escenas habría sido preferible dejar fuera del guión algunos de estos parlamentos-, siempre hay algo que se le escapa, una ambigüedad entre lo infantil y lo adulto, lo dulce y lo amargo, lo tierno y lo ominoso que, de algún modo, coloca a la protagonista más cerca de los papeles de Ana Torrent en Cría cuervos (Carlos Saura, 1976), o El espíritu de la colmena (Victor Erice, 1973). Retomando este último film, si bien la información circula de forma más explícita que aquellos pasajes casi oníricos de la España franquista, Las malas intenciones acierta en el retrato de ese mundo encapsulado de la clase alta peruana, siendo progresivamente cercado por la amenazante presencia del grupo guerrillero del que sólo se tienen lejanos restos y marcas de presencia (especialmente impactante es la escena de la hoz y el martillo prendidas fuego en una colina, así también el ahorcamiento masivo de perros en varias esquinas de Perú –algo que concretamente sucedió y que fue una de las referencias iconográficas más indelebles de aquellos años). Esta idea de cercado, de encerramiento sobre sí mismo es uno de los leit motivs de la obra, con varias referencias que van desde la medianera cada vez más alta de la casa de Cayetana, hasta los cobayos que no se animan a escaparse de la muralla de ladrillos, más allá de que prontamente serán cocinados.

En este sentido, Las malas intenciones está parada en dos patas de referencias culturales marcadas por la oscuridad: la primera, la condición melancólica y a veces directamente morbosa de las canciones infantiles típicas (cantadas por la misma Rosario García-Montero), que no pocas veces versan sobre muertes, separación racial y tragedias de la más diversa índole; la segunda, algo que trasciende la historia de Cayetana y que habla solapadamente de cierta imaginería cultural y trasfondo emocional de la cultura e historia peruana.
Cayetana está fascinada con los héroes peruanos, casi todos marcados por tragedias o grandes derrotas. Tal como ellos, Cayetana sabe que no puede hacer mucho para evitar la inminente llegada de su hermano –y con ella, tal como prometió/supo, su propia muerte-, por lo que coquetea una y otra vez con las formas heroicas de abandonar el mundo de los grandes mártires de su pueblo (García-Montero rompe la narración clásica y permite súbitas visitas de estos personajes históricos a la vida de Cayetana).

Este es posiblemente uno de los puntos más interesantes de la película, la lectura soslayada de cierta peruanidad derrotista que ha marcado la historia emocional de dicho país. En un momento particular, Cayetana, en un golpe de lucidez tremendo, pregunta a su maestro por qué todas las fechas patrias celebran grandes derrotas, y es que justamente esta es una gran muesca que ha atravesado una parte importante del imaginario peruano. El historial de dicho país incluye una variopinta cantidad de figuras, como la del aviador José Quiñonez Gonzáles arrojándose en su avión contra las baterías aéreas ecuatorianas; Tupac Amarú siendo literalmente despedazado por las fuerzas españolas; Francisco Bolognesi perdiendo la vida en la derrota de su ejército en la Guerra del Pacífico (negándose a rendir más allá de que las fuerzas lo superaban ampliamente en número); la derrota naval de Miguel Grau; José Olaya comiéndose las cartas que debía transportar antes de ser interceptado y torturado; y pasando lo meramente militar, la victoria futbolística de Perú, anulada por el comité europeo en las Olimpíadas de Berlin, 1936 (cediendo a presiones de Hitler), o el accidente aéreo del Alianza Lima en 1987, llevándose a la que muchos dicen habría sido una de las mejores generaciones de futbolistas del país.

De esta forma, Las malas intenciones cuenta con la peculiaridad –y mérito- de ser muchas películas al mismo tiempo: no sólo el retrato de una niña intentando de percibir cuál es el límite para entenderse a sí misma, sino la de una realidad social determinada (un friso en clave de los años del Sendero Luminoso) y el socarrón comentario del basamento emocional de un país entero.


publicado en la diaria el 4/10/12

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