martes, 30 de octubre de 2012

Santa Cruz- Casa de Piedra (Modulo Records, 2012)

La orden de la Santa Cruz

Santa Cruz es una banda curiosa en lo que respecta a la poca cantidad de discos en su haber, en contraposición a sus años de actividad y la vigencia que tiene dentro de cierta escena montevideana. Por este mismo detalle, con sus dos larga duración (Sabú y Casa de piedra) cada uno de sus lanzamientos parecen coronaciones de un sonido al que se viene dando forma de manera metódica y progresiva desde hace años, casi como si el escucha activo hubiese sido, a lo largo de la gran cantidad de toques en vivo, testigo y participante del proceso de armado.

En Sabú las credenciales stoner (con esos riffs densos y aletargados) se contraponían con un sonido más bluesero, que parecía de a ratos abrir la ventana (como con los temas “Perfume” o “Black Mamma”) y airear una atmósfera que se volvía por momentos opresiva. Había que esperar a un próximo disco para ver si se mantenía esta ambivalencia, o si terminaba prevaleciendo algunos de los dos extremos de este ying y yang (aunque hay que reconocer una extensa gama de grises). Esta última frase es engañosa si revisamos el párrafo anterior, porque en realidad, para la fecha que se habría lanzado el disco (disponible en descarga virtual gratuita en www.modulorecords.com) ya más o menos, en base a los en vivo de Santa Cruz, se volvía bastante patente el giro tomado por la banda. En sus shows los temas se fueron alargando (a veces confundiéndose entre sí), el tono se volvió más serio y la libertad festiva y bluesera fue perdiéndose en la niebla de un estilo sólido, oscuro y disciplinado (a veces bordeando con lo progresivo). Es como si, después de una avalancha de excesos, la banda se hubiese internado en un monasterio perdido en una montaña, para sumergirse en extensísimas y concienzudas introspecciones religiosas.

En este sentido, para los amantes de la clásica mitología rockera toda esta descripción parecería una forma de resaltar algo negativo, pero el resultado no puede ser más diferente. Santa Cruz da forma en Casa de piedra a uno de los discos más sólidos y potentes que se hayan dado en los últimos años, con una atmósfera pocas veces lograda por bandas locales. El disco se abre y ya en el primer tema parece engullir al escucha, prácticamente sin dejarle respiro hasta el tema final, donde se cierra el círculo. Las referencias monásticas anteriormente citadas no se dan en forma gratuita o meramente estética, todo el disco parece estar  habitado por una espiritualidad rayana con lo pagano (algo común en algunos discos de doom metal, como suele suceder en los álbumes de Om), donde las voces de Pedro Luque y –como su contraparte demoníaca- Mauro Recchi suelen detenerse en impresiones sobre fuerzas naturales, el sol, una montaña, la luz, o el mismo Dios. Algo que hace a Casa de piedra un disco diferente es que toda esta espiritualidad que en la mayoría de las bandas parecería absurda, una rémora del hipismo sesentoso, o algo meramente accesorio, en el disco se vuelve coherente, a veces incluso fundamental.

Hay una relación muy íntima y particular entre las voces y el sonido, casi como si entre estas dos dimensiones se compusieran, de a brochazos expresionistas, ciertas imágenes y cuadros muy logrados. La voz de Luque a menudo emula la línea melódica de las guitarras, elevándose mínimamente por encima de ella, como si fuera un pájaro volando a escasos centímetros del agua. Este efecto –que en algunas bandas puede llegar a aburrir o marcar una cierta flojeza compositiva- en temas como “La misión”, por momentos da la extrañísima impresión de que lo que oyéramos no fuera la voz de Luque, sino la misma encarnación humana de los instrumentos. En su reverso perfecto, cuando en el tema “Casa de piedra” se canta “Los aviones en la arena” las guitarras parecerían ser la encarnación sonora de esas hélices que vuelan bajo, un recurso que ya había sido usado por la banda en un excelente viejo tema, “La orden de los helicópteros”, que nunca llegó a figurar en ningún lanzamiento oficial.

Esta continuación orgánica entre palabra y sonido, en cierto punto también guarda referencia con cómo Santa Cruz maneja sus influencias. A veces en una misma canción pueden reconocerse pasajes de bandas bastante diferentes, como puede ser el solo santanesco en “La misión”, o el comienzo sincopado a lo Mars Volta en “Casa de piedra”. Sin embargo, incluso cuando al comienzo de “Convento” (posiblemente el tema más fresco, por ponerle un adjetivo, en el disco) Santa Cruz abraza un sonido disco similar al de la canción “Why did you do that thing to me “(de la banda Stretch), nunca dejan de ser Santa Cruz, todo el material de influencias pasa por la misma picadora, sin perder la marca de fábrica de la formación. En este punto, contraponiéndola con su banda hermana, Hablan por la Espalda (también conocida por su cambio de sonido a lo largo de los años), Santa Cruz no parece alternar estilos (como se da en el acercamiento al candombe o al afro-beat en el último disco de los hermanos Solana), sino fagocitar todo y formarlo parte de una misma sustancia, que nunca atisba a perder su fuerte marca stoner.

En definitiva, es en esta coherencia y densidad atmosférica donde radica, no sólo la grandeza de Casa de Piedra, sino también su, por así decirlo, centro espiritual. En definitiva, un profundo y meticuloso trabajo de panteísmo stoner.

1 comentario:

  1. Baje es Album porque los escuché tocar en TVCiudad. Impresionante disco !!!!, un sonido que muchas veces (o la mayoría de esas) non se escucha de bandar nacionales.

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