jueves, 4 de octubre de 2012

Entrevista a Ricardo Landeira



(foto de Pablo Nogueira, para La diaria)

La letra de Lacan

El sábado 6 de octubre se celebran en una cena con analistas invitados de distintos rincones del continente los 30 años de la Escuela Freudiana de Montevideo, la primera institución uruguaya en haber introducido el pensamiento lacaniano en la formación de analistas. Aprovechando la oportunidad, nos comunicamos con Ricardo Landeira, conocido psicoanalista y uno de los fundadores de la Escuela, hablando no sólo de los avatares de la institución, sino también del papel de la clínica lacaniana en nuestra sociedad actual.

La Escuela Freudiana de Montevideo cumple treinta años, habiendo atravesado un marco histórico nacional de lo más variado, ¿Cómo fueron los comienzos de la institución?
En los comienzos era un grupo llamado Grupo Freudiano de Trabajo. Éramos siete que trabajábamos con psicoanalistas también del exterior. Intercambiábamos a nivel de la clínica, de la producción teórica. Ya habíamos tenido muchas publicaciones, incluso varias jornadas internacionales y llegó un punto en el cual quisimos establecernos ya no como grupo, sino como una escuela que tenga como objetivo la formación de analistas, la transmisión y la enseñanza del psicoanálisis

¿Hubo resistencias en su momento?
Bueno sí, muchas. Tuvimos que sostener mucho tiempo convocatorias donde venía gente, pero también había muchas sillas vacías. Hubo gente que no tomó a bien que hubiera otra institución que tuviera como objetivo la formación de analistas y todas esas presiones de aquel que siente que se abre algo nuevo. Toda fundación es de alguna manera una transgresión a lo que ya está instituido. No una perversión, sino algo que trasgrede y como tal, nunca se ve con buenos ojos. Le pasó a Lacan, le ha pasado a todos.

Lacan es un autor muy difícil de lanzarse de primera sin hacerlo pivotear con otros autores o incluso cotejarlo con personas dedicadas específicamente a eso. En ese comienzo donde había tan poco material y lectores, ¿no se sentían medio desorientados?
Para eso nosotros teníamos el intercambio con otros que internacionalmente andaban trabajando con los textos de Lacan. Cuando nosotros comenzamos a trabajar con los textos en 1974, Lacan estaba vivo y produciendo sus seminarios, por lo que lo que nos llegaba eran algunos textos y básicamente en francés. Después empezaron a llegar los otros textos, las transcripciones de los seminarios, los escritos de Lacan en español, pero inicialmente nos manejábamos con los textos que teníamos.

¿Esta diferencia de condiciones marcó un punto de diferencia entre la formación lacaniana uruguaya y la francesa?
La uruguaya era una realidad muy diferente a la francesa. En París estaban muy divididos por la obra de Lacan, pero sobre todo por la transmisión directa de Lacan. La transmisión directa de Lacan generaba transferencias de afecto muy fuertes, de amor y de odio, y nosotros desde acá nos ubicábamos en una posición de lectores. No éramos analizantes, no tuvimos una relación de enseñanza directa con él, entonces estábamos un poco más lejos de las pasiones de los franceses alrededor de la figura de uno de los padres del psicoanálisis.

¿Creés que eso fue una ventaja, en cierto punto?
Me parece que sí, cuando nosotros fundamos la reunión lacanoamericana, “lacanoamericana” es un término que acuña Lacan cuando dice “voy a ver qué pasa en América con mi enseñanza, ahí donde mi persona no hace pantalla para lo que transmito”. Entonces nosotros evidentemente estábamos en otra posición de los franceses, diferentes a quienes habían sido sus analizantes por años, a quienes iban a sus seminarios, a quienes de alguna manera competían con otros para ver si eran queridos por Lacan, o apreciados en lo que escribían. Nosotros teníamos sus textos, que es la parte más rica.

En cierto punto Lacan se podría quejar de eso, pero él hacía cierto uso instrumental de esa pantalla…
Sí, pero él cuando dice esa frase está reconociendo que él hace pantalla, que él hace obstáculo. El obstáculo suyo no estaba en lo que escribía, porque era muy riguroso; estaba en la relación personal. Él también, al igual que Freud, intentó custodiar lo que escribió aún en vida y después lo legó hereditariamente. En esa custodia aparecían todas las diferencias con todos los analistas.

Igual, es curiosa esa custodia de parte de alguien que no escribió tanto como los seminarios que dio, cuya obra está disgregada en seminarios y cosas que la gente transcribió de él, más que por él mismo.
Sí, tenía otra modalidad diferente que la que tenía Freud. Freud se transmitió fundamentalmente por el escrito. Lacan se transcribió por el escrito y por lo oral. Ahora, hay en lo oral de Lacan algo que tiene que ver con un concepto psicoanalítico que es el de “escrito” y el de “letra”. En Lacan eso que el habla, eso que él dice oralmente tiene un efecto de letra en quienes lo escuchan, por eso es que no se puede pasar por la lectura de Lacan sin rechazarla o conmoverse. Sin que te toque. Ese es el efecto de la letra. Entonces la división entre lo escrito, en el sentido de “publicado” y lo oral tiene otra dimensión, es aquello que tanto lo publicado o expresado a través de una expresión oral tiene un efecto de letra para aquel que lo escucha o que lo lee. Ahí recuperamos un concepto fundamental: no tanto en el dispositivo que se usa para transmitir, sino en el efecto de lo que se transmite. Nosotros, de entrada, costándonos, aún no entendiendo mucho de lo que decía, sentíamos que habíamos sido tocados por la letra de Lacan.

En lo propiamente clínico, ¿Qué creés que se encuentra en Lacan que marca una diferencia con el resto de las psicologías?
Como el trabajo clínico se basa en un trabajo teórico, toda la teorización que hace Lacan de lo que es el inconsciente, del inconsciente como causa, que es lo que hay que trabajar a los efectos de hacer algo con los síntomas, con la inhibición, con la angustia, con los actos, ya partimos ahí de una diferencia que es teórica, que es el inconsciente. A partir de Freud hay distintas corrientes psicoanalíticas que piensan el inconsciente de forma diferente. Para nosotros el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Todo el trabajo es a partir de lo que se dice. Después hay otra diferencia del punto de vista clínico, de cómo manejamos las sesiones, el tiempo de las sesiones, cómo es que intervenimos. Sabemos que las sesiones de duración variable fueron uno de los elementos que hizo que la Sociedad Psicoanalítica expulsara a Lacan. A partir de ahí nosotros hemos seguido a partir de eso. Pero hay algo que es fundamental, que es cómo se coloca un analista en la cura, con sus pacientes. Y esta es la de no saber, no saber qué van a producir sus pacientes. No es el analista sabio que le va a reiterar lo que ya sabe y las recetas que tiene. Siempre es algo original, algo nuevo. Es esa posición de no saber, aunque no sea que el analista no sepa. Es lo que nosotros llamamos “una ignorancia docta”.

Hoy en día hay un auge de seguros de salud y tipos de terapias cortas en donde se hace hincapié en la resolución de problemas focales, específicos. ¿Cuál es el lugar de la teoría lacaniana con respecto a estos análisis?
Para nosotros eso es muy claro y viene desde Freud. Él, ya en la conferencia 32, decía que hay gente que está muy apurada en curar los síntomas. Para nosotros los síntomas se curan por añadidura del análisis, o sea, trabajando las causas es que se pueden ir modificando los síntomas, y no apuntamos a una psicoterapia breve o un elemento que haga rápidamente levantar un síntoma, porque después se vuelve a crear otro, porque lo esencial del síntoma no se tocó. Nosotros lo que le proponemos al sujeto es que se pueda conocer en lo que habla, poder trabajar las causas en las cuales está determinado y a partir de ahí sí ir a los síntomas. El síntoma no como enfermedad, sino como un anudamiento propio de la estructura en determinado momento. Nos parece que eso que se hace a nivel de psicoterapias focales, breves, que van sobre una temática, no va lejos. El síntoma después sigue insistiendo. Entonces nosotros como psicoanalíticos trabajamos en el discurso para crear la causa y a partir de ahí hacer algo con los síntomas.

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