(foto de Pablo Nogueira, para La diaria)
La letra de Lacan
El sábado 6 de octubre se celebran en una cena con
analistas invitados de distintos rincones del continente los 30 años de la
Escuela Freudiana de Montevideo, la
primera institución uruguaya en haber introducido el pensamiento lacaniano en
la formación de analistas. Aprovechando la oportunidad, nos comunicamos con
Ricardo Landeira, conocido psicoanalista y uno de los fundadores de la Escuela,
hablando no sólo de los avatares de la institución, sino también del papel de
la clínica lacaniana en nuestra sociedad actual.
La
Escuela Freudiana de Montevideo cumple treinta años, habiendo atravesado un
marco histórico nacional de lo más variado, ¿Cómo fueron los comienzos de la
institución?
En los comienzos era un grupo llamado Grupo Freudiano de Trabajo. Éramos siete
que trabajábamos con psicoanalistas también del exterior. Intercambiábamos a
nivel de la clínica, de la producción teórica. Ya habíamos tenido muchas
publicaciones, incluso varias jornadas internacionales y llegó un punto en el
cual quisimos establecernos ya no como grupo, sino como una escuela que tenga
como objetivo la formación de analistas, la transmisión y la enseñanza del
psicoanálisis
¿Hubo
resistencias en su momento?
Bueno sí, muchas. Tuvimos que sostener mucho tiempo
convocatorias donde venía gente, pero también había muchas sillas vacías. Hubo
gente que no tomó a bien que hubiera otra institución que tuviera como objetivo
la formación de analistas y todas esas presiones de aquel que siente que se
abre algo nuevo. Toda fundación es de alguna manera una transgresión a lo que
ya está instituido. No una perversión, sino algo que trasgrede y como tal,
nunca se ve con buenos ojos. Le pasó a Lacan, le ha pasado a todos.
Lacan
es un autor muy difícil de lanzarse de primera sin hacerlo pivotear con otros
autores o incluso cotejarlo con personas dedicadas específicamente a eso. En
ese comienzo donde había tan poco material y lectores, ¿no se sentían medio
desorientados?
Para eso nosotros teníamos el intercambio con
otros que internacionalmente andaban trabajando con los textos de Lacan. Cuando
nosotros comenzamos a trabajar con los textos en 1974, Lacan estaba vivo y
produciendo sus seminarios, por lo que lo que nos llegaba eran algunos textos y
básicamente en francés. Después empezaron a llegar los otros textos, las
transcripciones de los seminarios, los escritos de Lacan en español, pero
inicialmente nos manejábamos con los textos que teníamos.
¿Esta
diferencia de condiciones marcó un punto de diferencia entre la formación
lacaniana uruguaya y la francesa?
La uruguaya era una realidad muy diferente a la
francesa. En París estaban muy divididos por la obra de Lacan, pero sobre todo
por la transmisión directa de Lacan. La transmisión directa de Lacan generaba
transferencias de afecto muy fuertes, de amor y de odio, y nosotros desde acá
nos ubicábamos en una posición de lectores. No éramos analizantes, no tuvimos
una relación de enseñanza directa con él, entonces estábamos un poco más lejos
de las pasiones de los franceses alrededor de la figura de uno de los padres
del psicoanálisis.
¿Creés
que eso fue una ventaja, en cierto punto?
Me parece que sí, cuando nosotros fundamos la
reunión lacanoamericana, “lacanoamericana” es un término que acuña Lacan cuando
dice “voy a ver qué pasa en América con mi enseñanza, ahí donde mi persona no
hace pantalla para lo que transmito”. Entonces nosotros evidentemente estábamos
en otra posición de los franceses, diferentes a quienes habían sido sus
analizantes por años, a quienes iban a sus seminarios, a quienes de alguna
manera competían con otros para ver si eran queridos por Lacan, o apreciados en
lo que escribían. Nosotros teníamos sus textos, que es la parte más rica.
En
cierto punto Lacan se podría quejar de eso, pero él hacía cierto uso
instrumental de esa pantalla…
Sí, pero él cuando dice esa frase está
reconociendo que él hace pantalla, que él hace obstáculo. El obstáculo suyo no
estaba en lo que escribía, porque era muy riguroso; estaba en la relación
personal. Él también, al igual que Freud, intentó custodiar lo que escribió aún
en vida y después lo legó hereditariamente. En esa custodia aparecían todas las
diferencias con todos los analistas.
Igual,
es curiosa esa custodia de parte de alguien que no escribió tanto como los
seminarios que dio, cuya obra está disgregada en seminarios y cosas que la
gente transcribió de él, más que por él mismo.
Sí, tenía otra modalidad diferente que la que
tenía Freud. Freud se transmitió fundamentalmente por el escrito. Lacan se
transcribió por el escrito y por lo oral. Ahora, hay en lo oral de Lacan algo que
tiene que ver con un concepto psicoanalítico que es el de “escrito” y el de
“letra”. En Lacan eso que el habla, eso que él dice oralmente tiene un efecto
de letra en quienes lo escuchan, por eso es que no se puede pasar por la
lectura de Lacan sin rechazarla o conmoverse. Sin que te toque. Ese es el
efecto de la letra. Entonces la división entre lo escrito, en el sentido de
“publicado” y lo oral tiene otra dimensión, es aquello que tanto lo publicado o
expresado a través de una expresión oral tiene un efecto de letra para aquel
que lo escucha o que lo lee. Ahí recuperamos un concepto fundamental: no tanto
en el dispositivo que se usa para transmitir, sino en el efecto de lo que se transmite.
Nosotros, de entrada, costándonos, aún no entendiendo mucho de lo que decía,
sentíamos que habíamos sido tocados por la letra de Lacan.
En
lo propiamente clínico, ¿Qué creés que se encuentra en Lacan que marca una
diferencia con el resto de las psicologías?
Como el trabajo clínico se basa en un trabajo
teórico, toda la teorización que hace Lacan de lo que es el inconsciente, del
inconsciente como causa, que es lo que hay que trabajar a los efectos de hacer
algo con los síntomas, con la inhibición, con la angustia, con los actos, ya
partimos ahí de una diferencia que es teórica, que es el inconsciente. A partir
de Freud hay distintas corrientes psicoanalíticas que piensan el inconsciente
de forma diferente. Para nosotros el inconsciente está estructurado como un
lenguaje. Todo el trabajo es a partir de lo que se dice. Después hay otra
diferencia del punto de vista clínico, de cómo manejamos las sesiones, el
tiempo de las sesiones, cómo es que intervenimos. Sabemos que las sesiones de
duración variable fueron uno de los elementos que hizo que la Sociedad
Psicoanalítica expulsara a Lacan. A partir de ahí nosotros hemos seguido a
partir de eso. Pero hay algo que es fundamental, que es cómo se coloca un
analista en la cura, con sus pacientes. Y esta es la de no saber, no saber qué
van a producir sus pacientes. No es el analista sabio que le va a reiterar lo
que ya sabe y las recetas que tiene. Siempre es algo original, algo nuevo. Es
esa posición de no saber, aunque no sea que el analista no sepa. Es lo que
nosotros llamamos “una ignorancia docta”.
Hoy
en día hay un auge de seguros de salud y tipos de terapias cortas en donde se
hace hincapié en la resolución de problemas focales, específicos. ¿Cuál es el
lugar de la teoría lacaniana con respecto a estos análisis?
Para nosotros eso es muy claro y viene desde
Freud. Él, ya en la conferencia 32, decía que hay gente que está muy apurada en
curar los síntomas. Para nosotros los síntomas se curan por añadidura del
análisis, o sea, trabajando las causas es que se pueden ir modificando los
síntomas, y no apuntamos a una psicoterapia breve o un elemento que haga
rápidamente levantar un síntoma, porque después se vuelve a crear otro, porque
lo esencial del síntoma no se tocó. Nosotros lo que le proponemos al sujeto es que
se pueda conocer en lo que habla, poder trabajar las causas en las cuales está
determinado y a partir de ahí sí ir a los síntomas. El síntoma no como
enfermedad, sino como un anudamiento propio de la estructura en determinado
momento. Nos parece que eso que se hace a nivel de psicoterapias focales,
breves, que van sobre una temática, no va lejos. El síntoma después sigue
insistiendo. Entonces nosotros como psicoanalíticos trabajamos en el discurso
para crear la causa y a partir de ahí hacer algo con los síntomas.
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