La
ficción de la verdad
Este viernes 20 se estrena oficialmente El casamiento, película de Aldo Garay
que ya tiene una larga recorrida en festivales internacionales, que trata sobre
los veinte años de relación y próximo casamiento entre Ignacio y Julia, quien
se sometiera a una operación de cambio de sexo hace ya varios años. En nuestro
encuentro, lo que empezó siendo una charla sobre el film, terminó derivando en
asuntos metacinematográficos sobre el documental y la verdad. Acá la entrevista
Cuando
se habla de El casamiento, la línea
temática que más se trae a colación es el tema del cambio de
sexo de Julia, y
sin embargo yo la veo más como una película sobre el amor y la vejez…
Yo creo que se vincula mucho más con el amor,
definitivamente, es una historia de amor. Después, si la podemos ubicar en los
temas que se pueden desglosar en esta relación entre Julia e Ignacio, la
tercera edad podría ser el otro tema que tiene más color en el subrayado,
porque todo el tema de la identidad sexual y el cambio de sexo de Julia, junto
a otro tema que se pasa por alto, como es el de la pobreza, no están para nada
subrayados, no me gustó hacer énfasis en esas dos cuestiones. No me parecía
relevante, me parece que ya está, se ve. Lo que me interesó, al menos desde mi
mirada, es la historia de amor, de compañerismo y amor que hay entre ellos. Por
supuesto que está la conversión de Julia por un lado, los conflictos que le
generan a Ignacio por otro, pero en realidad eso sería un corto, un cortito. Lo
que le da peso al film es esa cuestión épica de esos veinte años de relación. Algunos
pueden ver al casamiento también como un acto de activismo, en esta coyuntura
de hoy, en el Uruguay de hoy, pero yo no creo que la película vaya tanto por
ese lado. Al menos no fue mi intención.
Incluso
tomando el activismo un caso así, uno nota que al mismo tiempo parte del
discurso es muy tradicional.
Igual te digo que los grupos de pertenencia a esta
temática lo pueden tomar como referencia porque se presentan los temas de una
manera muy natural. Eso también es movilizador.
Lo
que hacía hincapié es que en lo discursivo mismo lo que se repite mucho es un
modelo convencional hombre-mujer, más allá de que las particularidades de la
pareja de Julia e Ignacio.
Desde ese lugar es totalmente conservadora la
película. Y eso me parece muy interesante, esas capas de conflicto que tiene,
porque en realidad una obra no puede evitar los conflictos. Es más, los debe
provocar. Creo que en ese sentido y de una forma muy armoniosa, creo que fui
encontrando una sinfonía llena de conflictos, pero que en la historia fluye.
Eso es lo que me hace sentir conforme. Ahora, algo importante que decir es que
en esta pareja no se perciben grandes discursos, están totalmente ajenos y
alejados a todo esto. La necesidad de casarse no es una necesidad de
reivindicar nada, es una necesidad básica de los dos, que no está
contextualizada en una movida de ningún tipo.
Volviendo
al tema de la vejez, ¿Cómo es que se articula el tema de la vejez en tu obra?
Te lo pregunto porque ya había estado bastante presente en El círculo y en La espera.
En realidad no me atengo mucho a analizar los
puntos recurrentes. Es cierto que la vejez es un tema recurrente, al igual que
la identidad, pero a mí en particular la vejez es un estado que por momentos le
temo, pero por momentos anhelo. Anhelo, porque la vejez te da una impunidad que
no contamos cuando somos jóvenes. Eso me seduce mucho: la impunidad de la
vejez. Cuando uno es niño no sabe, pero cuando uno es viejo vuelve a ese mismo
estado, pero habiendo recorrido una vida, y uno se puede descargar y te podes
vengar de la vida. Ese es un estado que observo mucho de los viejos y algunos
me despiertan admiración porque yo creo que se están vengando de la vida. O
sea, toma el estado ese de que a un viejo nadie le dice nada y se descarga. Te
despreocupas de un montón de cosas, hasta de la pulsión sexual. No sé cómo
serán las cosas ahora en los tiempos post-viagra, pero llegás a un momento
donde logras vengarte de todo. Me gustan esas personas que en determinado
momento apretan la tuerca y se pasan de rosca. Y además te das cuenta de que
cuando pasa eso, no pasa nada tampoco. No es tan grave. No hay nada tan grave.
Hoy nos tenemos que preguntar qué es lo grave, o ¿hay algo realmente grave?
¿Eso
no está puesto en juego en cierta dimensión de lo cómico que atraviesa el film?
Sí, yo creo que lo cómico y las escenas que
generan risas son importantes, porque te hacen aflojar. Yo el otro día, el día
del preestreno, me ponía a pensar qué sucede en esta película si le quitás esas
escenas que te descomprimen, y yo creo que quedaría algo muy agobiante.
¿Eso
agobiante no es un poco lo que pasaba con La
espera?
Sí, claro. Yo creo que, viéndola a la distancia, a
La espera la faltan ese tipo de
cosas. No tiene respiro. Hoy, con el diario del lunes te digo que eso no está
bien, los relatos deben respirar, te deben hacer entrar y salir. Si te hago
entrar y no te suelto yo creo que algo está mal. El casamiento sí tiene esas cosas. Creo que funciona muy bien en
esa dinámica entre lo dramático, lo tragicómico y el tema innegable de que es
una historia real
¿Cuándo
armás una película, la armás en base a un mapa de las emociones que se van
generando?
Sí, en este caso traté de trabajar
dramatúrgicamente como si fuera una ficción. Es bien como si fuera de ficción,
el tema de la enfermedad, donde ubicarlo, el tema de la soledad, donde
ubicarlo. Específicamente, la continuidad emocional del film es muy de la
ficción. No cargar en información, sino en emoción, esa era una de las premisas
a la hora de construir esta película. Si uno entra en detalles, hay una
información que enseguida te la olvidás, en cambio hay unos aspectos
emocionales que no te los olvidás.
Ultimamente
has estado trabajando más activamente en documentales, ¿vos creés que es el
lugar que encontraste o te es indiferente?
Me es indiferente. De hecho, dudo de la pureza del
documental y dudo de la potencia de la ficción. Lo que me ha pasado es que me
he encontrado con historias reales que son más potentes que cualquier cosa que
me pueda imaginar. Entonces, ¿para qué voy a estar desarrollando un guión de
ficción si este retrato o plantear un dispositivo sobre esta situación o esta
vida es más potente de lo que yo puedo crear? Me siento limitado, me siento
mediocre ante la realidad. No puedo llegar ni siquiera a la mitad de las
increíbles sensaciones y variables de historias con las que me encuentro.
¿Cómo
es que te das con estas historias? ¿Es por puro azar de la vida o por búsqueda?
Estas historias me llegan. En este caso, a la
pareja la conocí hace veinte años. Terminé de hacer Yo, la más tremendo y una de las protagonistas me presentó a Julia.
En ese momento Julia era una referente ineludible del movimiento travesti en
Montevideo a principios de los noventa, porque había tomado la decisión de
operarse. En ese momento recién empezaba con Ignacio, yo a la pareja la conozco
casi desde los comienzos. En ese sentido las historias, por alguna razón me
llegan. No es que me apunto en una agenda “voy a salir a buscar sobre este
tema” y salgo. No hay una línea, no puedo identificar un camino del tipo de
“voy a armar un conjunto de piezas que hablen sobre la identidad sexual”. Por
supuesto, todo este tema de la transexualidad y el travestismo siempre me
interesó, porque de cierta forma me dispara a las diferentes formas de
interpretación que tenemos cada uno como actores y referentes sociales. Yo creo
que todos somos una gran representación de nosotros mismos. Nosotros dos
estamos acá, somos Agustín y Aldo, pero acá hay también algo más de estar
interpretando un papel. Y en el caso del que adopta y opta ser otro sexo es el
paso extremo de eso. Eso fue lo que más me enganchó. Es como la multiplicidad
de discursos, o la mentira. Yo no le llamo mentira, sino una multiplicidad de
discursos, que creo que son todos válidos. La sexualidad es una actuación. Qué
hombre heterosexual no fingió ser un hombre viril o supermacho, o hacerse el
guapo. ¿No es una exageración de ser hombre? Un documental nunca es la
expresión de una verdad. Puede hasta buscar la mentira. Esas proclamas bastante
de pacotilla de “el documental busca la verdad, busca representar la realidad”
y todo eso… esto me pareció genial, este escenario y estos mundos de
autoconstrucción me parecieron geniales porque rompen con todo eso, se instala
otra cosa, que es la construcción permanente, las permanentes versiones, y
cambio de humor y cambio de estética y cambio de nombre y no sé qué. Eso me
pareció una metacapa para las películas fascinante
Algo
que tiene que ver un poco con esa relación entre el documental y la realidad es
que yo pensaba que tenías horas y horas de filmación y después leí en una
entrevista que estuviste sólo dieciséis días…
Sí, sí, muy poco. Eso es otro mito del documental,
que para tener un buen documental tenés que tener mil horas grabadas, y eso no
significa nada. Yo te digo más, si hacés un documental y tenés mil horas
grabadas, creo que tenés algunos problemas con el punto de vista. Es decir,
quinientas horas grabadas es raro… yo te digo que si tenés pensado cuál es el
punto de vista, de donde te parás en la película, qué es lo que querés contar ¿y
te vas quinientas horas? Los métodos para hacer una película no hay, pero de
quinientas horas vas a tener un problema enorme en edición.
¿Ahí
no hay un problema más que nada epistemológico? Digo, en tu caso está la idea
de filmar una película como un guión de ficción y por otro lado está esa otra
teoría de registrar la realidad, con cámara fija, casi con ese anhelo
científico de que la realidad venga por sí sola.
Sí, yo creo que ahora hay muchas vertientes en
relación a la imagen y la realidad. Me parece super válido, pero creo que son
cosas más de la academia, medio descolgadas, justamente, de la realidad. Yo
creo que el soporte 16, 35 mm te permitía tener una reflexión previa a cada
toma, al por qué de cada situación, eso ayuda ya desde un vamos. Ahora con el
digital a veces pasa eso de “bueno, yo primero filmo y después lo dedujo”. Esa
idea de que en el montaje todo lo arreglo cayó en un montón de facilismos que
luego al ver el producto conceptual o artísticamente te das cuenta de que están
entrampados en la superficie, en la fachada.
Ahí
parece que el conflicto fuese entre los partidarios de la puesta en escena y los
del montaje
Sí, de hecho, se confunden. Por ejemplo, vos podés
registrar la realidad pensando en la puesta en escena, pensando en la
continuidad dramática. Yo a veces veo documentales que quieren rodar la
realidad tal cual sucede y hasta que la realidad es cruda y es fea y es dura no
dejan de filmar. Ta, todo bien, pero vos podés tener una mirada sobre esa
realidad ¿Qué significa la realidad? Me parece que no hay mucha reflexión sobre
eso…
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