viernes, 27 de julio de 2012

Entrevista a Audrius Stonys




Filmar lo imposible
En el marco de la nueva edición del DocMontevideo, contamos con la llegada de varios documentalistas que presentarán sus películas en “La semana del documental”, al tiempo que coordinarán talleres con realizadores del área local. Uno de los invitados es el lituano Audrius Stonys, realizador de una gran cantidad de cortos documentales (entre ellos Tierra de ciegos, ganadora del premio a mejor documental en los European Film Awards de 1992), que presenta Ramin, su última película, basada en la vida de un ex luchador georgiano que decide emprender una búsqueda por un antiguo amor de su juventud –a quien no ve desde hace cincuenta años. Aprovechamos su visita para hablar sobre este film y sobre su cine en general, particularísimamente rico en imaginería y temáticas comunes

Tanto en Ramin, como en otras películas tuyas como Uku Ukai (2006), Tierra de ciegos (1992), o Viena (2001)  hay un foco particular en los niños y los viejos ¿Hay alguna razón en particular para esta elección?
No sé si es más fácil, pero es más interesante porque los niños y los viejos son reales, no pretenden. Los adultos saben cómo manejarse con la cámara, saben cómo proyectarse a sí mismos en las pantallas y la vida misma, y eso hace las cosas un tanto más complicadas en films documentales. Los niños no actúan, son como son. Los viejos tienen demasiadas cosas escritas en sus papeles, ya no necesitan hablar, su paciencia, sus manos, sus arrugas ya hablan por sí mismas. También tienen una gran historia detrás de ellos, por lo que ver a través de sus ojos es más interesante.

¿Ves que hay una conexión específica, como una parábola en la que se tocan los niños y los viejos?
Sí, en realidad lo que me pasa es que no estoy particularmente interesado en la vida cotidiana. Estoy más interesado en cuestiones metafísicas. Curiosamente los niños y los viejos, quizás por su proximidad al misterio de nacer y morir están más cerca de ese tema. Mi misión siempre ha sido filmar aquello que es imposible filmar, por ejemplo, la gente ciega, cómo ven. O cómo filmar la soledad, no sé, estas cosas que no tienen una específica expresión visual. Pero creo que el cine puede hacerlo, el cine es capaz de tomar registro de estas cosas. Le dejo la vida cotidiana a la televisión, ellos lo hacen perfectamente bien, no necesitás el cine para explicar eventos políticos o asuntos actuales.

Bueno, en ese sentido, no sólo se puede llevar a mención un film como Tierra de ciegos  [donde justamente se intentaba recrear las imágenes de una parsona ciega], sino en un documental tuyo mucho más convencional que es The bell, donde todo circula alrededor de la búsqueda de una campana de iglesia hundida en el fondo de un lago
Fue muy engañoso el proceso de ese film, porque parte de nosotros sabíamos que era posible que esa campana no existiera. Y es imposible hacer films si vos no creés en aquello que estás buscando. Es como si no creyeras en vos mismo. Entonces tuvimos que tratar de convencernos a nosotros mismos de que quizás, quizás aún, existía. Después, más o menos al final del film llegamos a la conclusión de que posiblemente sea un mito, un cuento de hadas que tiene raíces en la cultura asiática. Sabés, nosotros los lituanos somos el último país de Europa en haber aceptado el cristianismo, nosotros aceptamos el cristianismo recién en el siglo XV, antes éramos paganos, por lo que esta tradición sigue estando muy viva. Podés ver fragmentos de la antigua cultura, incluso en las iglesias católicas tomamos muchas cosas de nuestro pasado pagano. Las campanas también son una herencia de esto. En la época de las cruzadas, todos tiraban las cosas sagradas que temían que fuesen sacrificadas por los cruzados. Hay un montón de cuentos que tratan justamente de esto, de párrocos que tiran objetos sagrados al lago. Incluso, que hay una iglesia entera sumergida en un lago.

En esas preguntas metafísicas que mencionas, ¿sentís un vínculo especial con Andrei Tarkovski?
Amo los films de Tarkovski, por lo que fui muy influenciado por él. Para mí fue un gran descubrimiento, un gran cambio en mi vida. No he tratado de imitarlo, creo que es imposible hacerlo, pero creo que de alguna manera un link, o una influencia existe, porque creo que él es el hombre más grande de la historia del cine.

Volviendo al asunto que decías de esa cosa natural que percibís en niños y viejos, veo que tendés a filmar un montón a animales ¿Es la misma razón por la que elegís hacer foco en ellos, o percibís algo diferente?
Creo que me gustan los animales porque no mienten. El cine documental se trata de captar esos momentos de verdad y los animales te dan sólo verdad. Es difícil eso con la gente, porque mienten todo el tiempo, incluso los niños pequeños. Pero los animales nunca mienten, porque son muy reales. Tienen una simplicidad bellísima. El paraíso no está perdido para ellos.

Creo que, en ese sentido, lográs, incluso en Ramin, fotografiar a los animales como si fueran personas. Como si tuvieran una personalidad propia de un personaje.
Es que tienen una personalidad. No estoy inventando nada. Toda esa forma de comunicarse en particular detenta una personalidad auténtica. La manera en que hacen los sonidos… en Ramin está la escena esa donde el gato prácticamente parece estar hablando con el pollo. Se acicala, parece estar pidiéndole algo y el pollo se fastidia con su presencia…

Metiéndonos en Ramin, algo particular que noto en esa película con respecto a las otras de tu autoría es que, pese a la existencia de preguntas metafísicas, hay un escenario posible para lo cómico.
Sí, creo que eso se dio fundamentalmente, más que por una disposición mía, por el personaje de Ramin, que es un personaje entre cómico y melancólico.
¿Cómo diste con el personaje?
Un amigo productor de Latvia estaba haciendo un documental de lucha libre de Georgia, y el tipo llevaba casi cinco años haciéndolo y se quedó trancado. Fue así que me dijo que mirara lo grabado y le diera un consejo de a dónde podía seguir dirigiendo el documental y esas cosas. Yo le di mis consejos, pero que no podía sugerir demasiado, ya que no era mi documental, pero una de las personas tratadas era Ramin y pensé que podía ser interesante tratar de indagar más sobre este tipo. Es por eso que me puse a investigar sobre él. El documental se filmó en una expedición de investigación de una semana y después se dio en una expedición de filmación de catorce días y con eso bastó. La vida es muy intensa y eso lo ves en el film. Es su cumpleaños, va a visitar la tumba de su madre y después decide ir a buscar su novia de hace cincuenta años atrás. No necesitábamos más que eso.

Hay un momento en particular en el que estas filmando a Ramin dentro del auto y la música parece propia del documental, pero de repente la cámara se dirige hacia el asiento trasero y hay una banda tocando. Es un humor que me hizo acordar mucho a Kusturica.
Sí, pero mirá que eso no fue escenificado. Ellos tocan todo el tiempo. Incluso en las olimpíadas, donde hay luchadores, si ves a alguno de Georgia te encontrás con esas flautas y esas percusiones tan características. Siempre llevan a alguien entre la audiencia que pone esa música. Ellos no pueden luchar sin el  sonido, están demasiado acostumbrados a eso.

¿Hay un tipo de humor lituano, que lo hace distinto a otros países?
Sí, creo que somos una nación bastante triste. Creo que tenemos muchas similitudes con Uruguay en ese sentido, vivimos en puntos muy distantes del mundo, pero los dos tenemos tres millones de habitantes, los paisajes, sobre todo en lo que refiere a agricultura, es bastante parecido y Montevideo y Vilnius se parecen mucho como ciudades. Los lituanos somos muy testarudos, tanto en lo bueno como en lo malo. Es difícil movernos, por lo que si nos movemos es difícil pararnos. Es como con el cristianismo, nos tomó un montón de tiempo tomarlo, pero somos posiblemente hoy en día uno de los países más fuertemente cristianos del mundo, quizás sólo después de Polonia, que es difícil vencerlos en ese terreno.

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