El jabalí
Difícilmente se haya hecho una película donde
realismo social y misticismo se entremezclen de manera tan intensa. Ya desde el
comienzo, con el primer plano de uno de los protagonistas rezando contra un
alambrado, seguido por el adentramiento en el centro de detención juvenil se
puede ver estas dos realidades separadas, pero que progresivamente se van a
mezclar. Quizás, el único film donde figuraba esta extraña mezcla entre una
dimensión más espirtitual y el realismo social era Los labios (I.Fund- S. Loza,
2011) donde se adentraba un poco en esa dimensión mítica de lo femenino en la
misma manera en que las protagonistas se adentraban en una sociedad distinta a
la que pretendían intervenir.
En el interior de la correccional el estilo de
filmación es muy propio del estilo realista y áspero del Nuevo Cine Argentino:
sonido ambiente, planos y contraplanos de personas varias entre los que se
diseminan los que más tarde adquirirán particular protagonismo. Luego de un
golpe largamente orquestado, cinco jóvenes se escapan a los balazos de la
correccional, matando a más de uno para internarse en la profundidad del monte,
buscando escapar de sus posibles perseguidores. Todo el film está inundado de
esta sensación de persecución, pero en determinado momento uno se da cuenta que
nadie va tras ellos, que el escape extenuante hacia adelante no es de otra
persona, alguien tangible, sino de sí mismos.
En este camino, casi como por ósmosis, el aire
realista se va inundando de a cuentagotas por un tenor diferente, oscuro, de
profundo regresos a los arquetipos, como si de golpe nos diéramos cuenta de que
pasamos de una película del estilo de Trapero (con quien Alejandro Fadel
colaboró en escritura) a una de Apichatpong Weerasethakul. Lo particularmente
curioso es la manera en que Fadel articula estos dos registros, haciendo que,
pese a este adentramiento místico, los personajes sigan mirándose, moviéndose y
hablando como un grupo de jóvenes que son. Algunos de ellos hablan de sus
proyectos, pero ninguno es lo suficientemente idílico o fantaseoso como poder
concebirlo sin una violencia que parece inherente. Uno de los mejores momentos
del film transcurre en una conversación que uno de los fugados mantiene con la
única chica del grupo mientras aspiran pegamento, diciéndole que para ayudar al
buen viaje de la droga piense en cosas lindas, hablándole de championes, de
ropa, de ella caminando por Buenos Aires. Pocas veces en el cine se retrataron
los anhelos de libertad de una vida atravesada por la violencia como en esa
charla completamente carente de vuelo espiritual o mayores ambiciones; la
felicidad, el paraíso es ese: un par de championes, caminar por Buenos Aires,
sin pensar demasiado qué hacer después con eso.
Curiosamente, uno revé Los salvajes y se da cuenta
de que las claves de esta polinización mutua entre lo fantástico y lo realista
estaban dadas desde el principio, incluso antes de que los chicos se internaran
en el bosque. Uno analiza algunos de los protagonistas y perfectamente los
podría transpolar a una película sobre una compañía de exploradores del
Medioevo: la chica que con una capucha que casi le tapa los ojos dándole un
aire a hechicera (o a virgen); el niño mudo y completamente afectado por el
remordimiento perfectamente podría ser el diligente escudero de su hermano, a
la vez que el párroco o sacerdote de la compañía, completamente invadido por
dudas espirituales; el muchacho gordo, lento, pero indoblegable es de esos
guerreros de pocas palabras, la fuerza bruta que avanza en línea recta sin
decir muchas palabras; finalmente, los otros dos caballeros más carismáticos
que se disputan a la dama, pero que eventualmente desaparecen.
El jabalí (o las visiones de un jabalí) es el único
ser que parece acompañar o perseguir a todos estos personajes. Uno termina
viendo en ese jabalí, en aquel ojo amarillo que los observa tristemente, la
culpa que los acompaña y que no se puede ir salvo por un profundo sacrificio.
Es en este destino que la película termina
convirtiéndose en una mitológica de la dinamitación de las instituciones
argentinas. El joven poniéndose la piel del jabalí, el fuego, el humo que se
pierde en el aire, como todos estos personajes que ya estaban perdidos desde
hace mucho tiempo.
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