Los nuevos pastores
La
primera vez que escuché Genuflexos creí que era una grabación en vivo perdida
de una banda de la época del boliche Juntacadáveres, o quizás algún otro un
poco más cercano en el tiempo: Pachamama, Perdidos. También podría haber sido un
bootleg de Reverb, teniendo en cuenta la voz del cantante, que entre una
similitud notoria a la forma de cantar del Garza Biniez, por momentos se le
escapaba algún recurso a lo Eddie Vedder, después pegando un volantazo en
juegos de voces que lo separaban radicalmente a la técnica pulida de aquel
vocalista. En mi cabeza, aún sin emitir comentario, se construía aquel
escenario: el Montevideo negro de los noventas, fanzines de Solymar, gente con
camperas de cuero robadas de algún placar mohoso de sus viejos, razzias, marcas
de cervezas ya olvidadas.
Luego
de preguntarle a mi amigo que acababa de poner ese disco, descubrí que lo que sonaba
era Ex Cine Trocadero, un trabajo
editado en el 2007, completamente actual. Siguiendo al título de aquel álbum,
que hace referencia indirecta al más polémico que nunca destino de históricas salas
de cine uruguayas convertidas en Iglesias Pentecostales, uno percibía en
Genuflexos una inmersión arqueológica (más que nostálgica) en el pasado
reciente, como si la banda, más que hacer una reverencia retro, estuviese
creando un microcosmos en donde aquellos noventas siguieran congelados, en un
frío de cámara frigorífica.
Sin
embargo, aquello mismo que volvía interesante a Ex Cine Trocadero era justamente su mayor punto débil. Las referencias
eran costuras a la vista, por momentos demasiado evidentes, algo que suele
pasar con los discos debut de una importante cantidad de bandas uruguayas.
Es en
ese contexto de expectativas y suspicacias que aparece Rocky Marciano, segundo vástago de Genuflexos, luego de cinco años
de intermitencia y cambios de formación, nacido de la incestuosa unión de tres
sellos hermanos –al menos primos directos- Feel de Agua, Módulo Records y
Esquizodelia. A una primera escucha,
ni bien comienza “Vacas”, uno nota que todo sigue ahí: la curiosa forma de
cantar en hálitos de Juan Stoll, las guitarras pérfidas, el espíritu de Ian
Curtis que sigue moviendo muebles del living. Sin embargo, uno no le cuesta
mucho para descubrir que aquello es algo nuevo y distinto. A diferencia de Ex Cine Trocadero, que parecía estar
grabado en vivo, con un grabador análogo adentro de un submarino, Rocky Marciano tiene una fina
producción, donde por primera vez permite apreciar algunas cosas que uno pasaba
por alto en sus antiguas grabaciones y toques. Especialmente, al escucharse
canciones como “Tema nuevo, tema viejo” (que, como indica el nombre, ya
aparecía medianamente construido en un bonus
track del disco anterior), “Zerfer” (portando un evidente sonido a surf rock, pero pasado por una picadora
de carne) y “Bowie Noise” (con una espina dorsal construida a base de una
guitarra de un delay disciplinado, impensable para lo que hacían antes) se
descubre a Genuflexos como una banda mucho más versátil de lo imaginable, que
toma la posta del Topo Antuña y Marcelo Fernández (el dúo de guitarras de
Buenos Muchachos), pero la reacomoda en un contexto más sucio y circense, que
por momentos parece salido de Birthday Party.
La
referencia a Buenos Muchachos va por muchos lados, pero ninguna en un sentido
propiamente nostálgico o dependiente. En primer lugar, Rocky Marciano se erige como un disco mucho más climático que el
anterior, con una preocupación por texturas diferente a todo lo que antes
habían hecho. Después, la vocalística de Juan Stoll maduró hacia nuevos e
interesantísimos recursos, ya librándose esa referencia demasiado evidente a
Adrián “Garza” Biniez, casi reinventándose tema a tema, haciendo de ella un
verdadero instrumento donde no sólo entra en juego las extrañas
transformaciones de voz, sino la misma pronunciación, ese proto-inglés charrúa
del que Pedro Dalton supo sacar tanto jugo (con letras cargadas en imágenes
abundantes en juegos igualmente bizarros, como ese relato de fútbol que por
momentos parece la oración de un pastor pentecostal pasado de anfetas).
Rocky Marciano es de esos discos donde se
está probando muchas cosas, a veces demasiadas, al mismo tiempo, pero que en un
lugar suficientemente húmedo y cálido puede liberar esporas para producir un
radical cambio de sonido del Rock Uruguayo. Rocky Marciano puede ser el sonido
de ese otro Uruguay post 2010, el Nunca
fui yo de esta generación, un experimento de lo que podría venir en un país
donde status y nivel de vida aumenta mientras los boliches y lugares para tocar
van cayendo como soldados alcanzados por la metralla. Pero más que nada, Rocky
Marciano es de esos extraños casos en el rock uruguayo de una banda que de un
disco a otro se nota que ha madurado exponencialmente tanto en lo referido a la
producción, como a lo conceptual y la ejecución, una triple transformación que
lo vuelve una banda que ya dejando atrás el pasado, puede convertirse en algo
mucho más grande de lo que se imaginaba.
te robo esta "reviwe" para el post que estoy haciendo con la discografia de ellos,agur
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